miércoles, 16 de marzo de 2011

Un signo

Piden un signo distantes y desdeñosos. Recabar un sigo fehaciente de Dios, no es tentarle si la actitud del que necesita esa confirmación divina es tan noble y prudente como la de María, dispuesta a entender el misterio al que se le invita a tomar parte. Y si Jesús hombre es el signo al que hace referencia el anuncio del reino, sucede entonces  que a quienes, dando de lado displicentes a ese signo y su palabra, redundan en pedir otro a su medida que les satisfaga, es obvio que Jesús les desaire advirtiendoles que no hay más signo que el que él, enviado0 de Dios, encarna en su persona, porque esa actitud farisea sí es reprobable.
Sordos y ciegos caminan quienes, encandilados por sus propios prejuicios, no se detienen a escuchar ni a envolver en una mirada amable las gracias con que Dios nos encamina por entre las sombras que desdibujan sus verdades. Ajaz, avisado y temeroso, se negó a pedir un signo para no tentar a Dios.

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