A Jesús le sorprende la fe de estas personas, se deja impresionar por el estado de postración del enfermo, y cura sin más al paralítico: Tus pecados son perdonados, dice Jesús, con lo que consigue vencer la esclavitud que paraliza al paciente, devolviéndole la libertad de no depender para todo de los demás.
Isaías había dejado dicho de Cristo: El Espíritu del Señor me ha enviado para dar libertad a los oprimidos.
A los adversarios de Jesús, que no saben que son enemigos de Dios, les hace ver que curar perdonando no es mayor blasfemia que curar sin más lo incurable, prodigio que sólo Dios puede realizar; y es que tampoco saben que Jesús es tan divino como Yahvé, del que proviene. Que Jesús nos enseñe a fomentar el amor a los mermados en su libertad.
Reflexión: Dando la nota
Eso de calificar lo que se ha hecho, justipreciando el resultado bueno o malo, es un cometido humano y divino de siempre. Ya en la creación, el Señor va evaluando, de manera pormenorizada, el acomodo de las cosas al proyecto creador, y comprobó que el resultado era de lo más satisfactorio. Son las primeras notas que se ponen en la historia del mundo y de la humanidad.
Ahora, evaluado el aprovechamiento de cada chaval, en función de las pruebas a que se le ha sometido, el coordinador ha de entregar a los padres las calificaciones correspondientes a cada estudiante, en diálogo personal, y no siempre el talante de los progenitores del niño es todo lo paciente que requiere el caso, prontos a derivar culpas a quien sea, el profesor, el Colegio mismo. Siempre es un mal momento el de hacer justicia, para quien la sentencia no resulta favorecedora.
Ahora, evaluado el aprovechamiento de cada chaval, en función de las pruebas a que se le ha sometido, el coordinador ha de entregar a los padres las calificaciones correspondientes a cada estudiante, en diálogo personal, y no siempre el talante de los progenitores del niño es todo lo paciente que requiere el caso, prontos a derivar culpas a quien sea, el profesor, el Colegio mismo. Siempre es un mal momento el de hacer justicia, para quien la sentencia no resulta favorecedora.
Rincón poético
NO VAYAS TAN DE PRISA
Ya soy viejo, mi Señor;
mis fuerzas se debilitan
e ir al paso que vas tú
entraña lucha infinita.
No te enfades si te digo
que no vayas tan de prisa.
No creas que me retrasa
mi indolencia o que me irrita
tener que ir detrás de ti
acezante y cuesta arriba.
No eso; pues tu presencia,
mi Señor, es mi delicia.
¿No eres la palabra, oh Dios,
que da sentido a la vida?
Sin ti, Señor, sin tu arrimo
señero, no sé qué haría.
A este anciano le flaquean
cada vez más las rodillas
y su aliento se adelgaza
como remedo de brisa.
No te enfades si te ruego
que no vayas tan deprisa.
(De Andando el camino)
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