domingo, 29 de julio de 2012

La multiplicación del pan

    Hay en el pasaje evangélico de hoy varios indicios de tipo simbólico que hacen ver cómo la Iglesia primitiva asoció siempre este prodigio con la eucaristía, de modo que fue leído siempre en las asambleas en clave sacramental. Con el fin de esclarecer este sentido que les pareció evidente, adecuaron la redacción del texto a la expresión de su fe en el misterio eucarístico, lo que dificulta recuperar el texto genuino más antiguo. Es como si texto y explicación esclarecedora se hubieran identificado con tan noble fin.
    Indicios que conducen a este criterio son mencionar la próxima pascua, en la que tendrá lugar la institución eucarística, la bendición mirando al cielo, que tiene signo consecratorio, la superabundancia de pan sobrante, para significar el carácter inagotable del misterio sacramentado en  la fracción del pan, realizada por Cristo de una vez para siempre y que la Iglesia repetirá una y otra vez en nombre suyo.
    Hay un pormenor que tampoco debe pasarse por alto, y es el número de cestos, doce, que significan a los Doce apóstoles, fundamento sobre el que se afianzará la comunidad reunida en torno a la mesa. Los Doce actúan como colaboradores de Cristo, en el ejercicio servicial de todos, lo que los predestina como tales refuerzos de la comunidad. Los apóstoles, sin embargo, no acaban todavía de entender el misterio que este episodio encierra, y entusiasmados como la gente, equivocan su cometido de acompañar a Cristo y capitaneando a la gente, se alzan unánimes tratando de elevar a Jesús a la categoría de rey. Jesús, sorprendido, ha de huir de inmediato y se interna en el bosque que cubre el monte. Si se hubiera dejado nombrar rey, los romanos le habrían apresado sin tardanza por sedicioso, cuya pena era justamente la crucifixión.

    El pan eucarístico es nuestro alimento espiritual, juntamente con la palabra. En uno y otro, el Espíritu de Dios, que es el Espíritu de Cristo, lo hace realmente presente. La palabra nos nutre al hacer de ella materia de meditación, convertida en vivencia que dé sentido a toda nuestra tarea diaria. El pan consagrado es alimento, en tanto nos compenetramos con Cristo, injertando nuestra  vida en la suya y convirtiéndonos en prolongación de su bondad.
   
Reflexión: lo humano y lo divino

    Hay en este episodio dos maneras de enfrentarse a los retos problemáticos con que podemos tropezar en la vida; uno desde un punto de vista humano, emplazando el problema de tejas a abajo. Es lo que hacen Felipe y Andrés. Felipe tantea cuánto se necesitará para adquirir pan para todos. Andrés alega que apenas si se dispone de un poco pan y unos peces. Muy de otro modo, Jesús recurre a la llave maestra de la fe con que todas las puertas de abren. Y desde la fe y solicitud para con los demás, multiplica el pan y los peces sin medida.
    Fe y amor son los dos varales con que hemos de acarrear el peso de nuestro recorrido hacia el Padre. Con fe y amor, un día convertirán sus seguidores el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo

Rincón poético

        ¡AL ALBA!

El alba ha madrugado.
Hubo una nube
que ponía visera
a sus vislumbres.
Y al cielo raso,
el alba nos pronuncia
su nombre claro.
El alba lentamente
retira el denso velo
con que la oscuridad
encubre el amplio cielo.
Las cosas cobran
consistencia nacida
de entre las sombras.
Estrellas rezagadas
no se acostumbran
a abandonar un cielo
que el alba alumbra.
No hay más remedio
que huir junto a la noche
hacia el misterio.
El sol sube a lo alto
asediado de luz,
y el cielo y mar comparten
ambos un mismo azul
¡Con qué alegría
los pájaros celebran
la luz del día!
¡Al alba, que el viñedo
su vino ha madurado
y l aurora retira
su cielo esmerilado!
¡Al alba, mozas,
que la garnacha espera
a que la cojan!

(De Los labios del viento)

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