sábado, 28 de julio de 2012

El trigo y la cizaña

    Jesús no ha venido a juzgar, sino a salvar pastoreando a los suyos. Ante la propuesta precipitada de los criados de arrancar la cizaña sin contemplaciones, Jesús contiene sus impulsos, porque hay que dar tiempo al tiempo. Llegará el momento de  separar oportunamente lo bueno de lo malo. Importa, pues, preservar el trigo, no sea que al arrancar la cizaña, se infiera menoscabo a la espiga. La cizaña no cuenta y a su tiempo será desechada.
    La bondad y el mal viven en competencia, pero Dios se cuida de quienes encarnan la bondad y creen en su palabra, de los que la ponen en práctica. Confiemos en él y no le demos al mal protagonismo alguno. Trigo somos nosotros y hemos de ser hostia oferente en el sacrificio de Cristo.

Reflexión: La papelera

La papelera cumple una función de aseo y orden en todo despacho y oficina que se precie. Gracias a ese buzón desmesurado, papeles inservibles que piden a gritos su desecho, dejan lugar en el escritorio a toda suerte de papeles que, sin orden, no hay manera de dar con ellos cuando se les necesita; resulta frustrante. Por cierto, los ordenadores disponen, por semejanza e imitación, de una ventana llamada Escritorio, y en un rincón del mismo, no falta la conveniente Papelera de reciclaje, donde asilamos aquellos documentos que ya han cumplido con su menester y no se los necesita. Cuántas veces, sin embargo, enviamos a ese lugar virtual documentos que, si no han sido eliminados todavía, volvemos a recuperar sin tardanza después de hurgar en tan marginal archivo. Es la papelera elevada a categoría de mueble eximio.

Rincón poético

LA LIBÉLULA

Es apenas. El filo
de una oración avergonzada
que teme a Dios semeja,
un trazo adelgazado suavemente,
una linea volátil que volara
como el soplo de tamo de un suspiro.
De un alfiler,
extática, olvidada de sí misma,
reproduce la hechura.
Contempladla mil veces siempre nueva:
alberga, en un cambiante
armario, innumerables
vestidos de color. Es vanidosa
como la niña que descubre
por vez primera, de puntillas,
su imagen rubia en un espejo.
Es como si no fuera.
Hacia el atardecer, cuando las sombras,
cansadas de crecer, se desvanecen,
cabe sin ser notada en el aliento
imperceptible de la luz. Miradla
una vez más; no es nada,
sombra apenas de un vuelo estilizado.

 (De Los labios del viento)

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