sábado, 21 de julio de 2012

No porfiará

    El pasaje evangélico de hoy nos presenta a Jesús huyendo de sus adversarios religiosos. No es la primera ni será la última vez. Les ha hecho ver la torpeza de sus raciocinios al interpretar torcidamente la prescripción del descanso sabático, y faltos de argumentos, se concitan para matarlo. Hay que matarlo. Es el recurso siempre a la mano del fanatismo: -Hay que matarlo, porque no piensa como nosotros.
    Jesús podría hacer uso de los poderes del reino enfrentándose a sus oponentes, pero, hombre de paz, no es esa su postura frente al hombre. De hecho el evangelista le aplica las palabras bíblicas: No porfiará, no gritará, no voceará. Muy al contrario, él se tenía por manso y humilde de corazón. ¡Ejemplar determinación! No es así como proceden los gobernantes de nuestros días, por desgracia para todos.


Reflexión: El enigma en el lenguaje bíblico

    Desde la más remota antigüedad, la sabiduría comprendía fórmulas tenidas por misteriosas que llamaban enigmas. El enigma es elemento integrante de todo conjunto de creencias y el pueblo de Israel no es una excepción. El enigma bíblico tiene poco que ver con la simple adivinanza y el galimatías. El colmo de la sabiduría para el pueblo de Dios residía en la facultad insólita de interpretar sueños o desvelar dichos enigmas, como le ocurre a José en Egipto o a Daniel en Babilonia. La sabiduría que ensalza a Salomón tiene mucho que ver con su facilitad para resolver signos enigmáticos.
    A Moisés, se nos dice en el libro que conocemos por Números, Dios se le revelaba cara a cara, en tanto que con los profetas Dios se vale de sueños y visiones que hay que interpretar. O sea mediante enigmas. Resolver un enigma es motivo sobrado de alegría y así dice el salmista en el salmo 49: Al son de la cítara, descubriré mi enigma. El profeta Ezequiel, a su vez, invita al hombre a proponer un enigma, una parábola, de modo que ahondar en el sentido del relato parabólico es desenredar la madeja de su sentido. San Pablo dice más. San Pablo explica que aquí, al hilo de las cosas, vemos las verdades y la misma realidad de Dios como en un espejo, en enigma, y sólo cuando Cristo regrese glorioso lo veremos tal cual es, cara a cara. Son dos maneras de ver, imperfectamente aquí, en vida nuestra, sin más elemento adivinador que la fe, y plenamente luego, en la cercanía de Dios.
    Entrar en lo hondo del mensaje de Cristo, no es el saber humano quien nos abrirá el hermetismo de su puerta. La fe y el amor prestaron luces deslumbrantes a quienes amaron y se dejaron amar por Dios. Son el resquicio a cuyo través se nos permite vislumbrar sus reflejos.

Rincón poético


A 40 GRADOS CENTÍGRADOS

Este incendio sin llama,
este ardor, esta hoguera,
¿dónde guarda el misterio
de que abrase la tierra?
Nadie sabe decirlo.
Nadie tiene respuesta.
Una escala lo mide
con exacta certeza,
escalón a escalón,
como en una escalera.
Ya no sé si son veinte,
si son treinta o cuarenta.
Sólo sé que esto es fuego,
que son ascuas de leña
y que nadie lo ha visto,
aunque todos los sientan.
¿Quién ha visto el soplillo?
¿Quién ha visto la tea?
¿No tendremos un diablo
apostado en la puerta?

(De Los labios del viento)

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