lunes, 9 de julio de 2012

La hija de Jairo

    La fe desborda los límites de la realidad inmediata que consideramos lógica y roza los de Dios, cuya lógica no es la nuestra, plagada de intereses. La fe nos une a él, que ve nuestras estrecheces, y desde ese lugar que llena Dios, no hay nada imposible.
    Jairo recupera a su hija y la mujer sangrante ve restañadas sus heridas, porque su fe ha dado de lado a todo criterio humano y ha puesto en las manos de Dios lo que los hombres no entienden.
    Dios es la vida y de él la hemos recibido nosotros. Que Jesús dé vida a quienes no la tienen o la tienen mermada, es sólo un indicio de la presencia del Reino donde él está. Perdimos la vida y gracia divina, porque nos apartamos de él. Jesús nos devuelve a aquel estadio de amistad y limpia semejanza con Dios, y el Espíritu que le llena da muestras de su presencia en él derramando vida a raudales.
    La vida del espíritu es la que nos salvará a quienes lo necesitamos para que sane nuestras debilidades y vivifique nuestro espíritu.

Reflexión: Las preocupaciones de Jesús

    El Padre es en última instancia quien proyecta su amor sobre los hombres. Y en la realización de este proyecto, Jesús es su actor   
    El Hijo manifiesta al Padre su deseo de que estos discípulos que le confió estén con él siempre, porque les ha amado tanto como el Padre le amó a él. Fruto de ese amor, les ha dado a conocer el misterio trinitario y las razones por las que fue enviado al mundo, para que gocen del amor de Dios al hombre. Revelárseles es la prueba de su amor desmedido.
    Son poderosas las razones de Jesús para que todos cuantos le conozcan, sean una misma cosa en el amor de Dios. Hay que dejarse elegir por él, como hizo con ellos, para que se preocupe igualmente de nosotros.

Rincón poético

LAS MACETAS

La maceta, doméstico
utensilio barato, que no sabe
nada de su pobreza.
Como el hombre, es de barro, envejecido
al fuego; así la espada y la herradura.
Aunque es frágil, igual
como es frágil el hombre,
al modesto servicio
de un puñado de tierra y una flor.
El geranio es su amigo
más próximo, por más que los rosales
ennoblecen su arrimo, y la albahaca
de fresco aliento o el aroma blanco
del jazmín impoluto,
junto a la innumerable
paleta de la dalia.
La maceta no es ella, son sus flores
ancladas en su arena.
Nada ríe tan alto y jubiloso
como un amplio balcón
atestado de flores y macetas.
(De Andando el camino)

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