sábado, 14 de julio de 2012

Pregoneros de la palabra

    Jesús habla desde dos niveles de temporalidad, la que sus discípulos viven con él, y la que han de vivir, muerto él y resucitado para la eternidad.
    Jesús les adoctrina en privado y les explica el sentido de sus parábolas igualmente a solas con ellos. Sólo que no son ellos los destinatarios exclusivos de su enseñanza, sino cuantos den en escuchar su palabra y ponerla en práctica, para lo que hay que desvelar el misterio de la salvación, gritando desde las terrazas y proclamando a voz en grito la verdad de Cristo en las plazas.
    El uso del contraste, tan frecuente en la retórica de Jesús, por la pobreza gramatical de su idioma, singulariza el mandato de dar a conocer con rotundidad lo aprendido en privado, publicándolo a voces en la plaza y gritando desde la azotea lo oído aparte.

Reflexión:      Compadecer y compadecerse

Hay un verbo con doble acepción, de uso impersonal o no, compadecer y compadecerse, que da oraciones como compadecer a alguien por sus adversidades y compadecerse una cosa con otra, en el sentido de ser compatibles entre sí: frías noches, en el desierto, se compadecen con días calurosos.  Este uso gramatical, raro en el habla e infrecuente en escritores corrientes, aparece menos raramente en escritores de nota, cuidadosos del idioma. No hay razón suficiente para fruncir el entrecejo por parte de algún escéptico. Compadezco a quienes, al ignorar estas cosas, censuran a quien sabe compadecer su escritura con la calidad que exige el buen uso del idioma.
Rincón poético

      DEJACIÓN

Dime entre qué marañas
discurría el camino,
ya tan abandonado
y antes tan socorrido.
¿Por qué, si yo lo andaba
tan gozoso contigo,
dejé a un lado la senda,
caminando contigo?
Empecé a desviarme
mirando distraído
una noche estrellada
y un paisaje de olivos,
que es tentador el mal
que en el bien va fruncido.
Me alejé, y al regreso,
ya no estaba el camino
y no sé  qué malezas
lo ocultan escondido.
¿Tanto tiempo ha pasado
para olvidar el sitio?
Tú sabes el lugar.
Tú siempre lo has sabido.
Ayúdame a buscarlo.
Ayúdame, Dios mío

(De Los labios del viento)

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