jueves, 8 de noviembre de 2012

Alegría por la conversión

     Los judíos se escandalizan de que Jesús alterne con publicanos y gente marginal; él alega que a ellos es precisamente a quienes hay que reconducir a Dios.
    Aquí, el hecho de la conversión está visto desde la natural alegría que produce siempre recobrar lo que estaba perdido, a la manera de una moneda valiosa, de una oveja extraviada. Así, los mismos ángeles en el cielo.
    Si realmente amamos a Dios, y queremos llenar de gozo el corazón de Cristo, ya sabemos cómo lograrlo. Todo está en que volvamos nuestros pasos a él, mediante nuestra diaria conversión a Dios.



Reflexión: El color del hábito franciscano

    El color del hábito franciscano es el marrón. La Regla que escribe san Francisco como forma de vida evangélica de sus frailes, establece que el color del hábito es el marrón, aunque no se especifica el tono preciso de ese marrón. Es elocuente en este sentido la historia de la pintura, que ha ido constatando de siglo en siglo cómo se interpretó ese dato en todo momento, desde la obra de Giotto, Cimabue, contemporáneos del santo, que han dejado su impronta en la basílica que erige en su honor fray Elías de Cortona, segundo ministro general de la Orden. Dejaron su testimonio sucesivamente el Greco, Guido Reni, Ticiano y tantos otros. En nuestros días, Benlliure nos dejó toda la vida del santo de Asís a la aguada. En los siglos XVI y XVII, vemos cómo el color marrón alterna con un gris oscuro. La reforma de san Pedro de Alcántara alteró ese dato cambiando el marrón por el azul, en honor de la Inmaculada.
    El hábito, en nuestros días, ha dejado de ser una prenda habitual, si bien se sigue usando el hábito marrón en determinadas circunstancias.


Rincón poético

A JESÚS POR MARÍA

Virgen María,
Señora nuestra,
abre a este pobre,
por Dios, la puerta.
Nadie mejor
que tú ventea
dónde a Jesús
hallarle pueda.
Quiero saber
de qué manera
llegaré al sitio
donde él se encuentra.
Dime de dónde
parte la senda
por la que él pasa
y a él nos acerca.
Me harás ver cómo
es cosa cierta,
que estoy tan lejos
si está él tan cerca.
Para encontrarlo,
tú eres la puerta,
tú eres mi guía,
tú eres mi estrella.


(De Paseando mis sueños)



MIÉRCOLES, 7 DE NOVIEMBRE DE 2012

Bienaventurados los pobres
  

  El seguimiento de Cristo impone una renuncia radical a todo lo que no sea darse totalmente a él, quien además propone ese entrega como fruto de una estrategia.
   

 Del mismo modo que para conseguir algo importante, hay que prever las dificultades que nos puedan obstaculizar el logro final de ese proyecto, para conseguir de Cristo ser admitido al séquito de sus seguidores, hay que dar de lado a todo lo que impida esa cercanía sin fisuras que sólo se consigue con el desprendimiento más absoluto.
 

    Todo lo que sea llenar nuestras alforjas del amor propio, de intereses y preferencias contrarias a la marcha que él nos ha trazado, es adensar la vida con cargas e impedimentos entorpecedores. 

El Reino de Cristo es el reino del amor, donde se da todo por él. Por eso nos dice Jesús:  

Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos.  






Reflexión: El viento no tiene color

    Lo dicho, el viento no tiene color. Llega furtivamente sin ser notado., como la muerte, que es negra, como todos saben. Se percibe por el tacto, caliente o frío, suave o áspero. Tiene nombres, según el lugar por donde se nos entra y su calidad. Al viento acariciante y tenue le llamamos brisa. Al que lo arrasa todo a su paso, huracán. Cierzo es el viento helado de las cuencas de río. Lo hay baboso y relamido, con sabor a liquen, en los altos y frondosos bosques húmedos.
    El viento no sólo tiene alas, tiene cuerpo y mueve así y hasta zarandea la veleta de la iglesia, a su antojo. Hay molinillos que llaman anemómetros que miden su fuerza y velocidad. Y los hay gigantescos que hubieran desafiado con ventaja a don Quijote en las crestas de numerosas colinas. Son también maneras de estar, pero insisto en que al viento no se le ve venir; se le supone, como cuando oteamos una llanura donde la mies se mece o corretea a oleadas o los árboles se advierten sacudidos. En general, es undoso y flexuoso, porque, en definitiva, es aire. Sólo aire y no siempre puro. 


Rincón poético


        A MEDIA LUZ

No hace falta estar solo. No lo estamos.
Aunque a veces, no sé,
necesito estar solo conmigo mismo
para pensar, y me conturba el ruido.
No disimula el ruido su aspereza,
sus acres rozaduras,
sus ariscas caricias,
la piedra pómez de sus arañazos.
Sus aristas cortantes
te erizan con su desazón,
con su desasosiego.
Borrad el ruido como borra el viento,
ateridas de frío,

las hojas del otoño.
Me basta la delgada compañía
de la penumbra y el silencio,
tan discretos los dos, que no se sabe
si están, adormecida
como un remando su presencia.
Necesito estar solo
para dilucidar por qué estoy solo
conmigo mismo.

 
(De Paseando mis sueños)

No hay comentarios:

Publicar un comentario