viernes, 23 de noviembre de 2012

El templo, cueva de ladrones



    El viaje de Jesús a Jerusalén, como el de todo judío que accede a la gran ciudad, comporta, en primer término, visitar el Templo, lugar donde el hombre fiel presiente la presencia de Dios. El desagrado de  Jesús, allí,  no tiene igual. Lo que debe ser lugar y casa de oración, se emplea en la venta para animales del sacrificio. Jesús da en purificar el templo sin más, lo que encorajina  a los dirigentes religiosos..
    Hay muchas maneras de convertir nuestra vida en lugar inconveniente. Los actos de culto han de corresponderse con un comportamiento digno en la vida ordinaria. No se aviene bien la conducta innoble con las cosas de Dios.  Hemos de hacer de toda nuestra vida un culto limpio y sincero a Dios.

    Ser hostias puras para con Dios, nuestro culto razonable, como dice san Pablo. Si cuidamos nuestra sensibilidad religiosa, sabremos apartar toda concesión a nuestros torcidos intereses. Y es que Jesús anteponía el amor a Dios a cualquier otra cosa.
    A Dios hemos de darle incluso nuestra propia vida, queramos o no. Es lo que hicieron los buenos franciscanos que nos precedieron, religiosos y laicos y él a cambio da a todos un lugar en su reino.


Reflexión: Palabra sagrada

    Las antiguas lenguas orientales, carentes de verbos de preferencia, recurren a perífrasis comparativas más toscas. Así es como el hebreo dice: Amo a los buenos y odio a los perversos, equivalente a elegir entre contrarios uno de ambos extremos, frente al otro considerado detestable y que en castellano lo expresamos diciendo: Entre estos y aquellos, prefiero a estos.
    Leyendo ahora un comentario reciente sobre el libro de los Proverbios, el comentarista hace notar cómo las lenguas orientales, propicias al uso del género sentencioso, suelen usar la correlación comparativa más vale esto que aquello otro, que entiendo yo que no deja de ser una perífrasis comparativa de preferencia. Más vale ser vilipendiado pero servido, que ser engreído y no comido.    
    Los modos de pensar y su expresión configuraron la singularidad de los distintos idiomas, pero subyace a todos una gramática general, que firma la inteligencia humana, de la que participamos todos por igual.


Rincón poético

LA HERMANA MUERTE

 Sé que me acechas, hermana,
en lugar que no adivino,
Lo sé, porque es mucho el tiempo
que ya llevo yo vivido.
Vara el tiempo de medir,
va señalando con hitos
el momento en que has de hacer
presencia en nuestro camino.
El tiempo lo piensa Dios,
y si lo crea es que entonces
el tiempo no es infinito.
Hermana muerte, tu sombra
la hago mía, porque estimo
que estamos los dos tan cerca,
que ya hasta lo tuyo es mío.
Todo brindis tiene fin,
que no es duradero el vino,
y el hombre, como una copa,
el tiempo tiene escandido.
Dejemos que Dios decida
ocasión, instante y sitio.

 

(De Paseando mis sueños)

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