domingo, 11 de noviembre de 2012

La mala levadura


    El mal ejemplo de la mayoría de los fariseos, dados por otra parte a educar a la gente en la práctica del bien, es tema de censura frecuente en el evangelio de Jesús. Son incoherentes al momento de atenerse a los mismos preceptos que ellos difunden entre el pueblo. No son sinceros, ya que cuidan las apariencias, sin ajustar su vida a los deseos expresos de Dios. Jesús, por el contrario, encarna y él mismo es la verdad. Tenía que chocar por su misma naturaleza con la falsa santidad de tales religiosos.
    La verdad es la luz que da claridad a la mente. Desde antiguo se ha identificado la verdad con la luz que esclarece nuestro raciocinio y justamente porque Jesús es la verdad, se dice de él que, en el ámbito de nuestra espiritualidad, constituye nuestra luz.
    Se accede a la luz de Dios mediante la fe, que es la que nos abre los ojos del espíritu a su conocimiento. Seguir el reguero que deja el evangelio en nuestro camino, es poner nuestro corazón en las manos luminosas de Dios, amándole sobre todas las cosas, de modo que nadie ni nada se interponga entre él y nosotros.
    Y quien ama la verdad a Cristo, no caerá en la tentación de encubrirse falsamente con apariencias opacas. No dejemos escapar el tesoro de vivir envueltos en la claridad de Dios, so pena de apagarnos para siempre


Reflexión: Los rigores del frío

    El frío es innoble. Tiene el corazón helado y las manos ásperas y lacias, como los muertos. Una caricia de sus manos sobrecoge y perturba, porque así es la fealdad de la muerte. No es extraño que se cubra el rostro con un velo negro. Hay una oculta conexión entre muerte y frío, negra una y blanco el otro, pero sí. Fríos se quedan los muertos cuando se les apaga la vida. ¿No son las heladas invernales las que matan las cosechas y congelan el agua de la fuente? Hay, con todo, modos de mitigar su molesta desatención. Que lo digan la cálida hechura de la lana, las plumas leves del edredón, la gruesa pesadez del abrigo, y la acogida de ese icono cordial que es la bufanda.

Rincón poético

    EL PUENTE

El puente salta de pronto
sobre el río y lo ha cruzado.
No todos saben pasar
tan fácil de lado a lado.
Salta jugando la ardilla
desde un árbol hasta otro árbol.
Saltan nubes, golondrinas
 y celajes por lo alto.
Salta el pez, salta la rana,
salta el agua entre los cantos,
salta el gorrión, aunque más
que saltar pasa volando.
Las cañas saltan a medias;
no acaban de dar el salto.
Y cuando menos se espera,
de orilla a orilla, es extraño
que el puente salte también,
tan rocoso y tan pesado.
Y todos se maravillan
al ver cómo lo ha cruzado.
Dios mira desde una nube
en el río reflejado.


 (De Paseando mis sueños)

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