lunes, 26 de noviembre de 2012

El doble rasero de medir

El evangelio nos propone un doble rasero de medir las cosas. Son modos contrapuestos de medir Dios y el hombre. Dios para juzgar al hombre mira al corazón, fuente de todos sus actos; el hombre mira los hechos externamente, al margen de lo que el hombre sienta y a veces ni eso.
    Para Jesús el corazón es el órgano que surte de bondad al hombre. Y así, cuando dos personas echan su donativo en el arca de las ofrendas, una más, porque puede, y otra menos, porque es pobre, Jesús prefiere el corazón de la segunda.
    Aquella da de lo que le sobra, esta otra, pobre y viuda, da lo que tiene. Y en las cuentas espirituales de Dios, la mujer viuda da más, porque lo da todo. No es la cantidad lo que más suma en el libro de contabilidad de Dios, sino la calidad de la mano que hace el donativo.
    En todo orden de cosas, démosle a Dios lo que entendamos que él nos pide, aún con dificultades. Todo, hasta la misma vida, nos lo ha dado Dios. Devolvámosle lo que entendamos que él quiere que demos.



Reflexión: La ciudad de Asís

   Asís es una pequeña ciudad amurallada, situada en una ladera, en parte arrellanada, como prueban sus pendientes y alguna bajada no demasiado escarpada, que mantiene todavía su porte medieval patente en sus callejas y edificios de la época en que, en ella, vivió san Francisco. El visitante no olvida ya la empinada y estrecha calle de San Pedro, toda ella escalonada, que desemboca en la plaza comunal. Destacan la catedral de San Rufino donde se bautiza y estudia el santo sus rudimentos escolares, lugares tan franciscanos como San Damián y la Porciúncula, el palacio del Capitano del Perdono, a los que se irían añadiendo la basílica de Santa Clara, con sus rosetas, frescos y pinturas, donde yacen los restos de santa Clara, Santa María de los Ángeles, que contiene en su interior la iglesuela de la Porciúncula, y la basílica de San Francisco, de espléndidas paredes y bóvedas pintadas por Giotto y Cimabúe, donde descansan los restos del santo.
    Recorrer pausadamente las calles de Asís y visitar sus monumentos sin prisa es equivalente a trasladarse a la época en que la vivió san Francisco y respirar el ambiente espiritual que sigue dando sentido a la población y es su principal atractivo, de modo que el hábito marrón franciscano con su capucha y cíngulo blanco constituyen parte inseparable de la escenografía espiritual del lugar.  

Rincón poético

LA CIUDAD, DE NOCHE


Hace frío, es de noche y ha llovido.
La lluvia resucita
la pegajosa suciedad del barro.
La sucia luz de la ciudad
piruetea en los charcos,
duda un semáforo amarillo
y el cielo oscuro es la techumbre
de un museo de sueños olvidados.
Las farolas maduran como un fruto
rubio y acristalado.
Ásperas rachas de puñales
afilados
sacuden las ventanas de una casa vacía
que hacen suya los pájaros.
¿Quién vive en la ciudad,
en este pueblo desolado?
Se ha dormido el silencio en un rincón
y el viento mal herido va de aquí para allá, de lado a lado.
El cementerio
tiene aquí parangón. Todo está muerto

como el tocón de un árbol.
 

(De Paseando mis sueños)

No hay comentarios:

Publicar un comentario