miércoles, 14 de noviembre de 2012

El leproso agradecido

    Lo que nos encarece Jesús de los diez leprosos a quienes deja limpios de sus pústulas, es el agradecimiento exclusivo de uno de ellos que además es samaritano, tenido entre los judíos por gente ajena al pueblo santo de Dios.
    Podemos aprender igualmente nosotros del buen sentido de cuantos, aun sin vivir integrados en la Iglesia, nos dan ejemplo de solidaridad, de amor a la justicia, de creación de riqueza y puestos de trabajo, de atención a atrevidos emigrantes desasistidos.
    Dios nos señala con el dedo a estas personas de vida ejemplar, bien que somos nosotros los obligados a ser luz del mundo y sal de la tierra. No dudemos en aprender de ellos y pidamos agradecidos que Dios los haga también suyos.


Reflexión: ¿Por qué la cizaña?

    El evangelio ha convertido la cizaña en el símbolo de la maldad más redomada. No es sólo que prolifere en los sembrados junto al trigo; es que sus raíces se entreveran con las del cereal a la manera de las planta parásitas, sin serlo. Si arrancas la mata de cizaña, tras de ella iría la del trigo. Ahí radica la prudente razón de saber aguardar, dejando convivir al trigo hasta el momento decisivo de la siega. Entonces sí; se la siega también sin contemplaciones, pero para desecharla. Jesús ha elegido certeramente esa contrariedad de tener que soportar pacientemente el daño ajeno dando tiempo al tiempo, desde el sentido trascendente que cobra la bondad del trigo y el incordio de la cizaña maligna.

Rincón poético

       GRACIAS, DIOS MÍO

Te doy gracias, Señor, porque me hiciste
para ti, me cerniste
en el cedazo de tu voluntad
como se cierne el trigo,
como se cierne, entre la arena,
a la orilla del mar, la caracola,
y apagaste, Señor, mis asperezas,.
como canto que no ha pulido el río.
Seguramente, nada viste en mí
que halagara tus ojos. Ahí estuvo
la razón de fijarte
en mis manos vacías
de ti, desoladoramente
vacías del amor con que nos dices
que hay que saber amar. Seguramente
estuvo ahí el motivo
de reparar en el bagaje huero
de mi necesidad.
Pones, Señor, tus preferencias
en las piltrafas de los harapientos,
en los harapos de los desvalidos.
Gracias, Dios mío, por mirarme,
por sacudirme el polvo de mis culpas,
por desnudarme de mis naderías,
por vestirme de ti. Gracias, Dios mío.


(De Paseando mis sueños)

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