domingo, 4 de noviembre de 2012

¿Cuál es el mandamiento más importante?

    En un contexto polémico de Jesús con los saduceos, que niegan interesadamente la resurrección, un letrado, al presenciar con cuánta sensatez ha refutado sus razonamientos, se adelanta para que le enseñe a discernir, entre la confusa multitud de mandamientos, cuál había que considerar el más importante.
    Los fariseos, antiguos aliados de los macabeos, reprueban que lleguen a unir en contra de los establecido por la ley el poder civil y el religiosos, y se dedican al estudio meticuloso de la Ley, multiplicando los preceptos hasta la confusión. Esta es la cuestión que le plantea el letrado a Jesús.
    La respuesta de Jesús es esclarecedora: Tres veces al día, reza un judío piadoso repitiendo que hay que amar por encima de todas las cosas, tal como figura en el Deuteronomio. A lo que Jesús añade, tomándolo del Levítico, el precepto de amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos.
    El escriba asiente satisfecho, porque es así como piensa él y Jesús le declara que esa teología suya no está lejos del reino de Dios. Es decir: se aproxima a la verdad, aunque le falta todavía la referencia al Hijo de Dios, salvador nuestro, que ocupa el centro de toda teología verdadera. Él es el camino que hemos de recorrer con él en dirección al Padre. Nadie va al Padre sino por mí. 


Reflexión: El color de la lluvia

    ¿Qué color tiene a lluvia? Caen sus gotas tan deprisa que apenas si se ve el trazo que dibuja en el aire húmedo. ¿Azul? Blanquecina tal vez. El agua, de suyo, es transparente; no tiene color. En las gotas de lluvia, tal vez, se refleje un brillo diminuto de luz. Tal vez, pero no lo aseguraría. Prefiero pensarla verde, de un verde fresco, translúcido y tenue como las alas de una libélula.

Rincón poético


HOY LO ENTIERRAN

Pusieron dos coronas
de flores junto al féretro
y una cinta amarilla.
¿Quién corona a los muertos?
En la cinta, sus hijos
consagran su dolor. Son los recuerdos
los que aprueban ahora
su perfil de hombre bueno.
No tenía enemigos,
no tenía dinero.
Era un hombre sencillo.
Nunca llegó a saberlo.
Tenía siempre puesta una sonrisa
aleteando sobre el rostro, un vuelo
de mariposas blancas
rozando sus mejillas. Lo recuerdo
paseando palabras amistosas
al pasar. Hoy lo entierran
envuelto en un sudario de silencio.


(De Paseando mis sueños)

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