lunes, 19 de noviembre de 2012

El ciego de Jericó

    Durante el viaje de Jesús a Jerusalén, Jericó es la última ciudad en el valle del Jordán. En el camino que lo cruza, un ciego que pide limosna, al oír el rumor multitudinario de pisadas y saber que se trata de Jesús, grita con fuerza para que le cure la ceguera.
 
   Este hecho, colocado después del tercer anuncio de la pasión, subraya la ceguera de los apóstoles, que no acaban de entender y se resisten a dar fe al vaticino de que el mesías ha de ser entregado sin remedio a la muerte.
     También nosotros nos comportamos a veces como ciegos que no vemos claro, porque no acertamos a mirar la realidad que nos rodea, desde los ojos de Dios. Necesitamos  unos ojos nuevos que nos descubran la realidad de Dios en nuestra vida, sin miedo a contraer el compromiso que entraña conocer sus verdades. 


Reflexión: La luz y la verdad

    El hombre ha sido creado inteligente, lo que le permite acceder al conocimiento de la verdad e incluso razonar para descubrirla. Un hombre cabal es un hombre bueno y un hombre bueno ama la verdad. La verdad es la luz que da claridad a la mente.
    Desde antiguo se ha identificado la verdad con la luz que esclarece nuestro raciocinio, nuestros propósitos, proyectos y actos.                 
    Justamente porque Jesús es la verdad, se dice de él que, en el ámbito de nuestra espiritualidad, constituye nuestra luz. El prólogo del evangelio de san Juan especifica precisamente que Jesús es la luz de la vida y que el Bautista no era la luz, sino el reflejo que señalaba de dónde le venía a él la claridad esclarecedora de un camino que mostraba el advenimiento del Mesías.
    Se accede a la luz de Dios mediante la fe. Es ella el lazarillo que nos lleva a la linde del reino donde Dios habita, abriéndonos los ojos del espíritu a su conocimiento.



    Rincón poético

CUANDO LA VIDA TE ACOSE

Cuando la vida te acose,
sus dos manos en el cuello,
cógete a la barandilla
salvadora de los sueños.
El sueño aporta esperanza
al que sufre un contratiempo.
Hay que aprender a soñar
en los peores momentos.
Es lluvia y mitiga así
la sequedad del barbecho;
es puente entre dos orillas
que salva un río revuelto
y en un naufragio, es la mano
que pone al punto remedio.
Soñar, rezar; es lo mismo
cuando Dos anda por medio.
Aprende a rezar, que el sueño
enseña a rezar despierto.


(De Paseando mis sueños)

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