jueves, 15 de noviembre de 2012

El Reino está ahí

    Los fariseos quieren saber cuándo vendrá la liberación de Israel. Jesús, para quien ese Reino no consistirá en dar batalla al invasor, sino en una invasión del amor de Dios en los corazones de los hombres, les desengaña, advirtiéndoles que esa divina realidad del Reino llegará como de puntillas, sin hacer ruido, sin hacerse sentir; no es un estallido espectacular del poder divino, porque llega a escondidas y sólo lo perciben los corazones que se llenan de Dios. Ellos imaginan que ese reino debe estar al llegar, y él les responde que ese Reino ha llegado ya.
    El Reino de Dios se realiza constantemente, de modo insensible, en los hechos sin brillo de nuestra vida ordinaria. Es un Reino que no se expresa mediante signos maravillosos que arrastren con su esplendor. Ese Reino avanza paso a paso, en la misma medida que nos disponemos al encuentro con Dios. Hay que ir muriendo poco a poco, para resucitar con Jesús un día.
    Hacer presente a Cristo en nuestra vida, que es tanto como hacer presente el reino de Dios entre los hombres.


Reflexión: A cuenta del cemento


    La propaganda de guerra en zona republicana, para alentar a la tropa, en Belchite, propaló que las defensas estaban construidas con un cemento especial, cemento rosa, de origen ruso, indestructible. No hubo tal, pero así es la propaganda interesada.
    Por los años sesenta, una empresa francesa patentó un supuesto cemento especialmente para vigas pretensadas, que fraguaba muy bien y rápidamente. Años después, aquel cemento mágico dio en desintegrarse poniendo en jaque a los constructores que lo habían usado. 
    Sorprende ahora el descubrimiento de un cemento biológico cuya principal peculiaridad es que se restaura así mismo en caso de desgaste o rotura, Díos sabe cómo y qué usos admite. Todo lo contrario de aquel que inventó la propaganda y el otro que acabó sufriendo aluminosis.  El banco de pruebas del tiempo dirá.
 

Rincón poético

    MI LUZ

Mi luz es un atisbo de la tuya.
No dejes que se apague, Señor, como la vela
que sufre un ramalazo gris del viento.
Mientras tenga un puñado
de tiempo entre mis manos
y mis ojos, sin verte,
vislumbran tu presencia alentadora.
No dejes que se apague
la luz de mis desvelos.
Sin luz no te sabría,
sin luz camino incierto.
A tentones te buscan mis dos manos
y a tentones te encuentro.
Con tu luz te adivino,
con ella te presiento.
No dejes que se apague
la luz con que te advierto.

(De Paseando mis sueños)

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