Jesús, hombre y Dios a la vez, es el único intermediario perfecto entre el Padre y la Iglesia. Muerto y resucitado, intercede por nosotros a la diestra del Padre. Pero en su entorno hay otros escalones de mediación entre los hombres y Jesucristo. Los santos.
Santo es el que, al asemejarse a Dios en la persona de Jesús, participa de su santidad de muy ejemplar manera. Los hay que, por haber vivido su fe en grado heroico, la Iglesia los ha declarado santos de modo oficial. Pero hay muchos que, mereciendo igualmente este apelativo, han pasado desapercibidos por la vida. Son los pobres de las bienaventuranzas, los que lloran, los afligidos, los que tuvieron hambre, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajaron por la paz, los que padecieron persecución a causa de Jesús, desde la sombra, sin ser vistos.
Son modelos de virtud que han hecho creíble con su vida los niveles más altos de santidad, y forman parte de la comunión de todos los santos. De esta manera, la Iglesia celebra la memoria de todos los santos sin exclusión posible.
Honrémoslos imitando sus virtudes y proclamándolos con Cristo como fuente de ejemplaridad y santidad heroica.
Reflexión: La piedad
Uno de los grupos escultóricos, o pictóricos, que más a gusto esculpieron o pintaron artistas de todos los siglos, es el de la Piedad, donde Jesús, ya descendido de la cruz, reposa exánime sobre las rodillas de su Madre, generalmente sentada a este fin. Podría montarse una esplendorosa galería con ejemplares selectos de escultores como Miguel Ángel, Juni, Barrientos o, ya en nuestros días, Colón, junto con piezas sobresalientes sobre ese mismo tema de pintores de la talla de Van Dyck, Ticiano, Luis de Mo y modernamente de Gutiérrez Solana. La Piedad interpreta el dolor inconsolable de la Madre de Dios, que mantiene tan cerca de sí como le es posible al Hijo de sus entrañas, inocentemente muerto.
Si el cristiano tiende a la perfección, no es raro que el artista cristiano lo intente también, en ese modo de ser que es esculpir o pintar sus sentimientos.
Rincón poético
“¡ME SALE DEL CORAZÓN!”...
El salmista estrena
para hablar con Dios
un bello poema.
Le sale de dentro
como agua copiosa
que nada refrena.
Escribir así,
es hablar con Dios
igual que el que reza.
Espero como él
escribir un canto,
¡Dios me lo conceda!
Un poema es flor
que exhala exquisito
su suave fragancia,
Que me inspire Dios
ensalzar su nombre
con tanta elegancia.
Un salmo insistente,
un salmo piadoso
pronuncia el judío.
Dame a mí también
alabarte siempre
fielmente, Dios mío.
(De Paseando mis sueños)
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