sábado, 9 de marzo de 2013

El fariseo altivo y el humilde publicano


El judío estimaba que las buenas obras son un aval con que exigir la salvación como merecimiento, como si de su precio se tratara. El fariseo se siente hombre justo, satisfecho de sí mismo, y desprecia altivo a quienes no son cumplidores como él. Hay también un publicano que se golpea el pecho arrodillado a la espera de reconciliarse con Dios.
Jesús sentencia que éste sí ha quedado justificado por Dios, no el que presumía de justicia ante Dios.


Reflexión

Jesús y la cultura hebrea

Jesús se encarna en nuestra naturaleza, en un lugar preciso y una cultura precisa, la hebrea. La expresión inmediata de esa cultura usa una lengua donde los modos de pensar religiosos dejan huella y hay atisbos de ello en el evangelio de Jesús. Así vemos cómo subyace en su lenguaje el recurso de los valores pecuniarios para explicar temas propios de su enseñanza. Dejó igualmente bien dicho que no crea impureza en el hombre la ingestión de animales considerados impuros por la tradición judía. Pero no le es extraña la extrema repulsión que produce en un judío la simple mención del cerdo. 
Jesús no es totalmente extraño a esa simbología moral. En Gerasa, un cerdo es el lugar abominable que eligen como idóneo para sí una multitud de diablos; y en el caso del hijo pródigo, la bajeza de la situación en que llega a caer, se cifra en acabar al cuidado y servicio de unos cerdos con quienes compartir comida. Hay todavía otro lugar donde contrapone Jesús la delicadeza de las margaritas con la extrema opinión que le merece el gorrino, cuando dice que no hay que echar las margaritas a los puercos.


Rincón poético

LA SOLEDAD DE LA LUNA

La luna está sola;
no tiene compaña.
Boga por los cielos, 
siempre solitaria, 
tan escurridiza, 
tan  lenta, tan blanca,
que nadie adivina
cual sea la causa;
y en la silenciosa
noche en que resbala,
las estrellas quedan
todas muy lejanas.
Cualquiera diría
que es hielo su cara,
como de payaso
que se enharinara.
Nadie a sus confines
de los cielos baja.
¿Para quién entonces
se asea y se aclara?
La luna está sola
del ocaso al alba, 
la luna está triste;
ni ríe ni canta.

(De La verdad no tiene sombra)

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