miércoles, 27 de marzo de 2013

Miércoles de Pasión: la traición de Judas

La lealtad define el comportamiento de un amigo para con otro. Todos los discípulos de Jesús estaban firmemente obligados a devolver ilimitada lealtad a quien les había dicho que su amistad para con ellos era tal, que estaba dispuesto a dar su vida por ellos. Jesús es el amigo insobornable. 
En el lado opuesto, Judas, incapaz de amor, se convierte en la figura tramposa y despreciable del traidor. La traición no se improvisa; se fragua en el corazón perverso de quien, de por vida, está acostumbrado al gozo malicioso del engaño. Los mismos apóstoles le reprueban su descuido para con los pobres. Le falta ese tacto de la compasión que define a Jesús, para sentir las penalidades de los otros. No sabe amar.
Qué distinto a María Magdalena, lavando amorosamente con sus mejores perfumes los pies de Jesús, donde Judas ya dio la medida de su grosera falta de delicadeza, incapaz de entender que el amor no repara en gastos, porque no tiene precio.
Judas es el marco oscuro que hace destacar todavía más el depurado amor de Cristo o a Cristo

Reflexión

En la Vía Dolorosa

En Jerusalén, el Vía Crucis interpreta la Pasión de Cristo a cielo abierto, por una ruta de callejas llamada Vía Dolorosa que constituye la que Jesús recorrió con el travesaño de la cruz a hombros, hasta más allá de las murallas. Al pie de las rocas, hubo un vertedero donde, a indicación de los cristianos, santa Elena dio jubilosamente con los restos de la Cruz.
A lo largo del trayecto doloroso, se suceden las estaciones que reproducimos espiritualmente en nuestras iglesias en el rezo de nuestros vía-crucis. No es raro que niños traviesos de creencias musulmanas escupan a los peregrinos que recorren tan santos lugares, a sabiendas de que no serán replicados. No conocen la enseñanza cristiana del perdón.                

Rincón poético

    LA MEMORIA

La memoria anotaba
todo lo que yo he sido.
Es como una pizarra
negra como un abismo.
¿Cómo escribir en ella?
La tiza se ha perdido,
precisamente cuando
yo más la necesito.
Es como quien no encuentra
la llave del castillo.
¿De qué sirve intentar
buscar en él asilo?
A veces se me borra
lo que ya tuve escrito.
La memoria no es fiel;
la emborrona el olvido,
tachaduras de barro
que ensucian pergaminos.
A veces hasta pierde
las huellas del camino.
No os extrañe que un día
no me encuentre a mí mismo.

(De La verdad no tiene sombra)

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