domingo, 3 de marzo de 2013

Galileos sediciosos

    Galilea fue siempre una región levantisca. Y precisamente, unos galileos, declarados sediciosos, no sólo han sido condenados a muerte crucificándolos, sino que su sangre ha sido mezclada con la de los animales del sacrificio, en algún templo pagano, de manera abominable para un judío. Para los romanos, no pasaba de ser un duro escarmiento disuasorio; para los judíos, una noticia aterradora.
    Jesús añade otro dato: la muerte, por aquellos días, de un grupo de personas, al derrumbarse sobre ellos la torre de Siloé, en el valle Cebrón, cuyos cimientos situados temerariamente en una pendiente, aún perduran, formando un círculo de piedra, porque la torre era redonda y amplia.  
     Jesús, más que lamentar tan amargos hechos, se sirve de ellos confiriéndoles una cierta trascendencia ejemplar. Más que ver en ello un castigo puntual de Dios, criterio normal en la interpretación judía de hechos desgraciados, emplaza a sus oyentes a que consideren su propia conducta, alejados de la divina bondad. ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que vosotros mismos?, dice Jesús. Sólo vuestra conversión os librará de la justa mano de Dios. 
     Es lo que explica la paciencia de Dios, que espera siempre nuestra conversión, porque no quiere nuestra perdición, sino que el pecador se convierta y viva eternamente. Frente a la terquedad en el olvido de Dios, sólo la amenazante paciencia divina explica que la sanción de Dios se dilate en el tiempo.


Reflexión

Manar leche y miel

    En el memorial de los prodigios con que Yahvé salva a su pueblo, recitado en el templo al depositar las primicias del campo, se califica la tierra prometida de manera encomiástica, al decir de ella “que mana eche y miel”. Todos entendemos que se destaca así la fecundidad de esa tierra, sólo que algunos afinan su percepción interpretativa dando a entender que se refiere por igual a la tierra cultivable de un lado y de otra al desierto. La leche copiosa puede significar la riqueza de los frutos que da el laboreo de la tierra, partiendo de un símbolo pastoril propio de un pueblo ganadero, pero, ¿la miel? ¿Cuáles pueden ser las riquezas melifluas del desierto?  Ciertamente, en el desierto, la miel silvestre era uno de sus valores alimenticios más estimados, junto con los dátiles en los oasis de  palmeras. No olvidemos que un puñado de dátiles llegó a ser, en tiempos de Jesús, todo el yantar de una persona al día. Y si no, que lo diga Juan Bautista.

Rincón poético 

LA LIMOSNA

La bondad tiene dentro
del corazón tu llama temblorosa.
Sólo los ojos se iluminan cuando
la brisa de tu aliento la conmueve.
¿Qué importa si los otros no perciben
el nimbo de su luz?
Basta, Señor, que tú lo sepas.
Que nadie vea, cual lo exhortas tú,
cómo atienden las manos del mendigo
las escasas monedas que también
- tú lo sabes, Señor-, yo necesito.
Hazme gozar al ver
el gozo de los otros.
Mi pan sólo es mi pan al compartirlo.


(De La verdad no tiene sombra)

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