Pedro quiere contabilizar las veces que hay que perdonar. Jesús le hace ver que perdonar debe ser una disposición habitual, constante. Nadie puede ser excluido ya que sólo perdonando a los demás, seremos también perdonados nosotros. Facilita su inteligencia el relato del siervo egoísta e hipócrita que consigue humilde el perdón de su señor, pero él, incongruente, se niega a perdonar a su deudor. Como a ese siervo empedernido tratará Dios a quienes se resisten a perdonar.
La cuaresma es un tiempo oportuno para que, si volvemos a Dios compungidos, empecemos a conocer sus deseos más firmes sobre nuestra conducta, como que, cuando le negamos el perdón a alguien, estamos negando y apartando de nuestro camino a Dios mismo, cuyo Hijo dio su vida por nuestro perdón.
No nos arriesguemos nunca a perder el arrimo de Dios.
La cuaresma es un tiempo oportuno para que, si volvemos a Dios compungidos, empecemos a conocer sus deseos más firmes sobre nuestra conducta, como que, cuando le negamos el perdón a alguien, estamos negando y apartando de nuestro camino a Dios mismo, cuyo Hijo dio su vida por nuestro perdón.
No nos arriesguemos nunca a perder el arrimo de Dios.
Reflexión
Edificar el bien donde campea el mal
La Escritura no es monolítica, sino que sigue una progresión complementaria depuradora en pro de la santidad que nos habla de Dios. Así, una fiesta que tiene un origen agrícola extraño a la tradición hebrea, se asumía en un hecho cultual que resultase grato a Dios, santificando su celebración, lo que comportaba santificar al hombre. Así ocurre con la festividad de las Semanas de origen cananeo, que se convierte en una peregrinación de acción de gracias al verdadero Dios. Es el fin que ha de perseguir toda nuestra vida, poner a los pies de Dios lo que guardaba un sentido anodino o extraño a su santidad, sustituir el mal o lo torcido por un bien provechoso al hombre y grato a Dios.
Rincón poético
UNA VEZ MÁS
Dime, Señor, qué tengo yo que hacer
para que, al fin, consiga
ser como me propongo.
Lo intento cada día,
insisto en mis empeños, mas sucede,
Dios mío, que no alcanzo
a entrañar tus deseos en los míos.
Extiende una más
tu brazo poderoso sobre mí,
como lo hiciste sobre el mar y hendiste
sus aguas hasta el fondo.
Con tu mano en mis hombros, Señor mío,
con tu poder lo podré todo.
(De La verdad no tiene sombra)
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