El relato del hijo pródigo, escenifica la enseñanza de Jesús sobre la reconciliación del pecador con Dios, motivo en los cielos de singular alegría, para lo que la parábola no usa razones que tiendan a convencer; pone ante nosotros un desarrollo verosímil que busca persuadirnos de lo que no necesita razonamiento alguno, porque se cae por su propio peso.
La parábola es un relato imaginativo, pero tan verosímil, que fácilmente podemos ver su versión en un episodio evangélico paralelo, que reúne las mismas secuencias estructurales de la parábola: la conversión de Magdalena.
María cae por la pendiente de la degradación moral, pero reconoce oportunamente al mesías en Jesús, cuya grave presencia conmueve su corazón, avergonzada de su ruina moral. Ha pecado mucho, y confiesa públicamente arrepentida la bajeza de su vida disoluta, lavando en su llanto la gravedad de su extravío, con la misma audacia con que antes desafió a quien debía todos sus atributos de mujer. Por lo que, en la honda sinceridad de su arrepentimiento, se le perdona mucho en atención a que ha amado mucho,
La paterna bondad de Dios nos espera igualmente a todos, pendiente de nuestra debilidad, pronto él siempre a abrirnos sus brazos amorosamente a poco que intentemos ir en su busca.
El hermano del hijo pródigo
¿Quién es este figurante de segunda línea en el relato que protesta porque el Padre agasaja al hijo recién recobrado que llega a él pidiendo clemencia? ¿Por qué no se alegra él también, si es su hermano?
Los judíos eran los primeros en la consideración de Dios; los gentiles y descarriados, los últimos. Jesús busca la conversión de los pecadores, los últimos; ha venido a curar a los enfermos, no a los sanos. El hermano en cuestión es el primogénito y representa a esos que, siendo los primeros, no aceptan la alegría de Dios por los pecadores arrepentidos.
A uno podríamos considerarlo primo hermano de Magdalena; al segundo, Simón, como el fariseo que no comprende a Jesús.
Rincón poético
MI ROPA TENDIDA AL SOL
¿Esta es mi ropa al sol, recién lavada?
¿Soy yo vestido, mi apariencia?
El viento orea, cual si sacudiera
levemente la mies,
esta segunda piel donde me asilo
frente a mi entorno tantas veces hosco.
Si éste soy yo, unas pinzas
sujetan a un alambre
esta mentida identidad que ostentan
unas prendas baratas.
Algo dicen de mí y están vacías.
Temo que entonces también pertenezca
a mi tal vaciedad. No lo quisiera.
He tratado de dar cabal sentido
a mis vivencias más profundas,
cuidando las raíces que sustentan
el árbol viejo de mi biografía.
Mi ropa no soy yo. Se me parece
como la sombra a la palmera.
Pero limpia y después recién planchada,
algo me dice que procure, al menos,
parecerme a su pulcra compostura.
(De La verdad no tiene sombra)
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