Los judíos, incluso hoy mismo, nos achacan que Jesús negó los mandamientos. Se equivoca quien piense que Jesús, reduciendo los mandamientos al de amar al hombre y a Dios, pretende eliminar alguno de los mandamiento que dicta a Moisés.
No es eso lo que él enseña. Quien así lo crea, mal interpreta los deseos y la enseñanza de Jesús. Lo que ocurre es que, quien ama fielmente a Dios, no incurre ni por asomo contra ninguno de los mandamientos que lo establecen, así, de modo concreto, y quien ama de verdad al prójimo, tampoco se atreve a quebrantar ninguna de las leyes que prohíben cualquier clase de ultraje contra él.
Los diez mandamientos caben perfectamente en un uno sólo, amar, amar al hombre de verdad. Eso es lo que enseña Jesús, de palabra y de obra.
No es eso lo que él enseña. Quien así lo crea, mal interpreta los deseos y la enseñanza de Jesús. Lo que ocurre es que, quien ama fielmente a Dios, no incurre ni por asomo contra ninguno de los mandamientos que lo establecen, así, de modo concreto, y quien ama de verdad al prójimo, tampoco se atreve a quebrantar ninguna de las leyes que prohíben cualquier clase de ultraje contra él.
Los diez mandamientos caben perfectamente en un uno sólo, amar, amar al hombre de verdad. Eso es lo que enseña Jesús, de palabra y de obra.
Reflexión
Lectura de libros en España
En una encuesta reciente cuyas conclusiones han difundido los medios de comunicación, se declara que la lectura de libros ha ascendido un setenta y tantos por ciento entre la población y un ochenta por ciento entre niños que rondan los diez años. Explica cambio tan notable el encarecimiento de los recursos del ocio, ya que el libro abarata afortunadamente semejante ocupación. Bien podemos estimarlo como una grata noticia que muchos, en un país que no se acredita preciosamente por leer demasiado, no llegábamos a imaginar
Rincón poético
INVITACIÓN
Siempre que he mirado
tus ojos, mi bien,
oigo que me dices:
Ven y sígueme.
Me place mirarte
y oírte después.
Sólo una palabra,
Jesús, y con qué
fuerza vigorosa
despiertas mi fe.
Dímelo mil veces,
dímelo y sabré
que vives pendiente,
Señor, de mi ser.
Pendiente igualmente
de ti viviré.
Dímelo mil veces.
Ven y sígueme.
(De La verdad no tiene sombra)
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