jueves, 9 de mayo de 2013

Dentro de poco no me veréis



    Es fácil entender que el verbo ver se usa aquí con doble acepción: el primer tiempo verbal, no me veréis, se refiere a la visión sensible de nuestros ojos; el segundo, me veréis, alude al modo de percibir la presencia divina desde la fe.

Es una de tantas maneras de anunciar que tiene que morir, esa revelación tan difícil y tan triste para los suyos. Aún así, Jesús procede con ánimo alentador, y les ha prometido ya a sus discípulos que, muerto, seguirá viviendo, y que aunque el mundo deje de verle, ellos sí que le verán.
    Vivir las palabras de Cristo, es vivir con él ausencias y vivas presencias de un Dios resucitado ya para siempre. Alegrémonos en estos días con él, por haber vuelto a nosotros, para llenar de fe y esperanza nuestra vida cristiana.


                                       Reflexión

                                                 El cuerpo místico de la Iglesia

San Pablo habla varias veces de la comunidad cristiana como un cuerpo donde todos sus  miembros guardan cabal armonía entre y sí y cuya cabeza es Cristo. De ese organismo espiritualmente vivo recibimos la gracia de ser y vivir a Cristo comunitariamente y a nivel personal. Quien se excluye de esa comunión por una conducta adversa, es como el sarmiento que, privado de la sabia que le nutre, se seca, que dice Jesús. Quien cumple los mandamientos evangélicos, permanece en el amor de Cristo.

Rincón poético

          SOY POBRE

Soy pobre porque quise, porque un día
alguien más pobre todavía
que yo, llamó a mi puerta
para pedirme que dejara
de no ser pobre.
Soy pobre porque quiso
como él, que fuera pobre, Jesucristo, 
y porque urgía que le amara
tal como es él, anonadadamente pobre. 
Le despojó de todo Dios un día.
 Su pobreza fue entonces sólo ser, 
frente a quien sólo se complace 
en poseer copiosamente.
Soy pobre porque quise y porque él quiere. 
Y no es fácil ser pobre, desprendido
como una nube pasajera
que llueve en cualquier parte
de todo aquello que no es Dios. 
Las cosas de este mundo no son mías:
la plaza, la mascota, los amigos,
la silla en que ahora escribo,
ni siquiera el camino que va a Dios.
Todo me lo han prestado.
Tengo incluso mi vida en alquiler.
Quiero ser pobre como pobre es Cristo.


(De La flor del almendro)

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