sábado, 18 de mayo de 2013

Tú, sígueme





Andando en compañía de Jesús por la arena, a orillas de lago, Pedro se interesa por el futuro que le aguarda a Juan, que viene detrás de ellos. El original griego de este pasaje quiere decir más bien que Juan sigue a Jesús como el buen discípulo que es, y Jesús replica al punto que no se preocupe por él, Tú sígueme. O sea, lo que de verdad te concierne es que me sigas tú con la fidelidad con que me sigue él.

Todo el pasaje es una reprimenda a Pedro por su flaqueza en momentos cruciales y una instancia a que se ocupe en desempeñar el papel que le corresponde al frente de la Iglesia con total entrega.



                                                                             Reflexión   

                                                                         Permanecer en Cristo

                                                          
                                                                 

       Para Juan, el evangelista, que es quien ha acuñado el sentido teológico de la locución,  permanecer en Cristo equivale a entrar en una tal convivencia con él, que participamos del mismo soplo de su vida, entramos en comunión con sus mismos deseos, de modo que tal permanencia es tanto como poner en práctica sus mandamientos, asumidos por amor. Es lo que percibía Pablo, cuando declara que ha dejado de vivir por sí mismo ya que es Cristo quien se ha entrañado y vive en el.


                                     Rincón poético

ANOCHE LLOVIÓ

Casi nadie lo supo. Fue de noche
y apenas si llovió. Se vio la acera
mojada, la mañana humedecida
y el ambiente era frío.
Hay nubes que no siguen un programa
de bien hacer y llueven a deshora.
Diría sin temor a equivocarme,
que estaba limpio el cielo. Fue una nube
sin entidad, pequeña y distraída
la que cruzó furtiva
la noche y dejó un fleco
de su sábana blanca desprendido
en el aire. Hay un charco 
efímero en el parque donde beben
con avidez, junto con los gorriones,
las sombras denegridas de los arboles.
Supongo que, esta vez,
ese asomo de lluvia pordiosera 
ni se mojó los labios.

(De La flor del almendro)

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