jueves, 30 de mayo de 2013

El ciego Bartimeo

    La pendiente que sube a Jerusalén desde el Jordán, parte de Jericó, lugar fronterizo donde acampan numerosas carabanas de todo origen. El borde del camino, salteado de sicomoros, es un lugar óptimo para solicitar limosna un ciego. Bartimeo ha oído hablar de Jesús y al enterarse de que pasa por delante de él, se levanta como a impulso de un resorte y empieza a gritar el nombre de Jesús para que lo cure. Es la mejor limosna que pudo soñar en su oscuridad y obtuvo en su vida. Y agradecido, se convirtió en seguidor de Jesús, que era la luz.

            Reflexión

                   El sentido de ser niño

     He visto a un papa y a otro y a otro, coger en sus brazos la cabeza de un niño para besarle la frente o la cabeza misma, y he reconocido en ellos a Jesús que aleja a sus discípulos para que los niños se le acerquen espontáneamente, figura evangélica como es amor de Dios a los desvalidos, a los tullidos, a los lisiados, a los leprosos, excluidos sociales,  y pobres en general. Él se hizo pobre para ser hombre, aparcando junto a Dios su grandeza.
      Los niños son el espejo donde mejor se reconocía él.


         Rincón poético

      EL GRITO DE LA VERDAD

La verdad es un grito
de luz. No hay que ocultarla
bajo del celemín, que no tolera
encerrarla entre rejas
de oscuridad. ¿Cómo se explica
que la luz quede a oscuras? ¿Cómo entonces
si es un grito potente, amordazarla
con bridas de silencio?
Que a nadie se le ocurra apagar la verdad.
Hay que abrirle la puerta
de pa en par, sin escalones
donde tropieza la mentira
y descalabra la difamación
a quien tiene los labios

negros y el corazón anochecido.
En ocasiones, dice el evangelio
que gritaba Jesús gritos inenarrables
del aliento de Dios.
Si la Verdad no grita,
¿quién gritará, Señor?


(De La flor del almendro)

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