Jesús nos desea que permanezcamos en su amor, como él en el amor del Padre. Permanecer en su amor es hacer nuestros sus deseos. Y es que Jesús se ha plegado en todo a los deseos del Padre, cuya voluntad interpreta con su vida y quiere que hagamos nosotros lo propio con él.
En una de las visiones simbólicas del Apocalipsis, se habla de un jinete llamado Fiel y Veraz, que simboliza la Palabra de Dios. Y es justamente en este pasaje de hoy donde Jesús, palabra encarnada, se nos muestra modelo perfecto de fidelidad a Dios. Una fidelidad puesta a prueba en Getsemaní, donde prima la voluntad de Dios sobre la suya.
En cuanto a nosotros, permanecer en Jesús nos introduce en el ámbito mismo de Dios, de modo que nunca podremos tener a Dios más cerca que en esta permanencia en Dios que nos proporciona Jesús. Aticemos, por lo tanto, nuestra fe, avivemos el amor, para hacer nuestros los deseos de Jesús, única manera de permanecer en él.
Reflexión
Desde la humildad
No intentemos hacer de nuestras vidas una iglesia triunfante, a nuestro gusto. Hemos de mirarnos en el espejo de Cristo, manso y humilde, porque sólo descubriremos su verdad en la convivencia fraterna habitual del pueblo de Dios, sin evitar la cruz y procurando ser como él, en la romería de todos hacia la casa del Señor, que es nuestra historia de cada día. Dios va entonces con nosotros.
Rincón poético
MARÍA
María, nadie supo
tu voz amedrentada.
Sólo el ángel que puso
a Dios mismo en tu falda.
Niña de Nazaret
con un Dios desposada,
¿dormiste aquella noche
de rosas en tu casa,
claveles en la mesa
y lirios en tu almohada?
Tú, en cambio, ¿qué decías
cuando a él le rezabas?
¡Qué contento está él!
¡No lo disimulaba!
¡Cómo, dando de lado
a todo, te escuchaba!
Le dijiste que sí.
¡Dios, cómo te miraba!
Sé que en lo sucesivo
no ha de negarte nada.
Ruega, Señora mía,
por el bien de mi alma.
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