jueves, 16 de mayo de 2013

Que todos sean una misma cosa


      Jesús es asiduo hombre de oración. En esta ocasión, reza a viva voz, y percibimos emocionados cómo le preocupa su Iglesia, no sólo sus discípulos actuales, sino cuantos crean en él, cuantos crean en su palabra, cuantos le sigan en el transcurso del tiempo.
     Son su obra, y como lo único que dará consistencia a su obra es la unidad, y sólo les mantendrá unidos un amor verdadero, le pide al Padre que lleguen a amarse honda y sinceramente entre sí, a la manera como se aman el Padre y él. Que todos sean una misma cosa, como Tú y yo estamos el uno en el otro, para que el mundo crea que me has enviado.
     Es la última oración de Cristo antes del suplicio a que ha de someterse, y le preocupa la unidad de su Iglesia, un deseo ferviente que encierra además una finalidad expresa, la universalidad de la fe. La unidad de los cristianos es evangelizadora por sí misma. El amor entre unos y otros es la prueba del amor a Cristo, porque comporta el cumplimiento de sus mandamientos.


Reflexión

Los fariseos

    Uno de los temas más recurrentes del evangelio de Jesús es la presencia perturbadora de los fariseos. Representan el lado opuesto de la práctica de la fe cristiana. Su enseñanza de la ley es de tipo casuístico, llena de prácticas rituales donde la trascendencia de la espiritualidad queda anulada por prácticas formalistas, externas, rezos y purificaciones sin cuento. Los fariseos invierten la interioridad del amor a Dios por la superficialidad de un conducta meramente objetiva e inconsistente, lo que explicaría la falta de alegría que algunos exégetas advierten en sus reacciones y actitudes de fingida piedad, frente a la sinceridad gozosa de la espiritualidad de Jesús.


Rincón poético

       SOY POBRE

Qué difícil resulta 
ser pobre a quienes somos
deliberadamente pobres.
No tiene la pobreza
el rostro amable si se mira sólo
su aspecto, la fachada deslucida
donde púdica esconde 
la intimidad de su belleza.
Ser pobre es poner alas
a la pesada sordidez del barro,
aligerar su pesadez baldía.
Ser pobre es desprenderse,
como quien poda estrellas 
o el mar de gaviotas
de esclavas dependencias y tirones
que nos atan a puerto.
Ser pobre es no tener. ¡Tenemos tánto!
¡Tienen nuestras mentidas apetencias
su anzuelo tan sutil!
Hay que talarle al sauce 
su dejadez
y recoger como mantel su sombra,
hasta que aprenda solidariamente
a dar fruto copioso
y a compartirlo con los otros.
Ser pobre es compartir
el libre bienestar de la pobreza,
el gozo de ser libre, al no tener,
con quien nos mira despectivo
las manos pordioseras,
pero lleva un anillo que le oprime,
dorado, el corazón y la garganta..

(De La flor del almendro)

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