viernes, 10 de mayo de 2013

Tristeza y gozo pascual


    Jesús anticipa la tristeza que ha de producir la soledad aneja a su muerte, y les alienta prometiéndoles que esa tristeza ha de convertirse luego en gozo pascual.
    Las alegrías nos vienen a veces solas. Pero, por contraste, nunca son tan grandes e intensas y mueven tanto, como cuando hemos estado desangrándonos, y llegan de pronto a borrarnos la tristeza que nos acongoja.
     Imaginemos la alegría de una comunidad sumida en el desconsuelo cuando empiezan a llegar, de modo creciente, las noticias de la resurrección de Cristo. Las mujeres han visto el sepulcro vacío y un ángel les ha dicho que Cristo vive; dos discípulos, llegan a todo correr desde Emaús, testificando que lo han visto vivo. Y acto seguido, Jesús se les aparece allí mismo, en el Cenáculo, a un grupo importante de discípulos que no salían de su asombro.
      La alegría les inunda el corazón. Se trata de una alegría conquistada, elaborada a fuerza de titubeos y dolores, desde lo hondo del descalabro. Ahora empezarán a comprender las Escrituras. Todo ocurre como un doloroso alumbramiento, de modo que el dolor se sublima, gracias a una visión nueva de las cosas, como le ocurre a la parturienta.
     A veces, todo lo que necesitamos para cambiar un gran sufrimiento en gozo, es un cambio en el punto de vista. Mirar las cosas desde los ojos resucitados de Jesús, que inunda de alegría pascual las tristezas más negras sólo con su presencia luminosa.


Reflexión

Las novedades de la predicación de Jesús

No sólo hablaba con autoridad, como oportunamente advierte la gente exponiendo su propia verdad, a diferencia de escribas y fariseos que comentan la Escritura, sino que procede también de diferente manera. Es diferente la condición del séquito de seguidores que constituyen su entorno habitual, formado por gente no precisamente letrada, y mujeres, algo impensado en la tradición judía de la formación de escribas y
fariseos, y no menos nuevo son los lugares donde ejerce su enseñanza, primero en las sinagogas, luego de camino y a campo abierto, e incidentalmente en un amplio patio como el de la casa de pescadores de Pedro, y en el mismo templo de Jerusalén, donde no sólo habla con autoridad, sino que la ejerce.


Rincón poético

     ESPERANZADOS

Escucho las noticias. Me pregonan
que no va todo mal, que hay esperanzas
fundadas, de que llegan
tiempos más bonancibles,
acaso más allá del horizonte,
y el niño tendrá pan, 
una boina el abuelo,
y nacerá la luz, una luz nueva,
rebosantes cosechas de amapolas,
trabajo bien remunerado
y un sueldo suficiente, 
esas monedas necesarias
para sepultar deudas que acogotan
y estrangulan las ganas de vivir.
Y lloverán pan blanco y manteles
y un vaso limpio de agua fresca
morosas nubes pasajeras.
Lo dijo un locutor con convincentes
maneras, demudado el rostro
por la emoción, ese aleteo
de recóndita luz inexplicable,
ese relampagueo jubiloso.
No hay que desesperar. Como un camino,
como la lluvia y el curvado
recorrido del sol, todo concluye
para nacer de nuevo. 
Hay una tapia que clausura el día
entre sombras de olivos y almiares,
hay una tapia en que se acaban prisas, 
en que descansa todo,
el desengaño, las carencias,
las alegrías, las adversidades.
Mañana nace el sol. También lo han dicho.
No hay que desesperar si todo llega.

(De La flor del almendro)

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