miércoles, 12 de junio de 2013

He venido a dar plenitud

Jesús no ha venido a abolir la ley antigua, sino a ponerla al día, a dar plenitud a la ley. La palabra plenitud señala el momento justo en que las profecías mesiánicas empezaban a cumplirse.

Nosotros para hablar de algo que en su desarrollo ha alcanzado su plenitud, decimos que es perfecta. En la Escritura nunca se dice de Dios que sea perfecto, porque perfecto es lo que ha ido haciéndose, desde su más absoluta imperfección, y Dios no es el fruto de un desarrollo desde algo imperfecto, porque es siempre igual y siempre  acabado en todo.  Las cosas sí, las cosas se desarrollan y pueden alcanzar la perfección.
De Dios se dice que es santo, que es la suma plenitud. Sed santos como Dios es santo, dice la Escritura. Y Jesús, según san Lucas, dice: Sed misericordiosos, como vuestro padre celestial es misericordioso. La misericordia, la compasión, es una manera de reflejar la santidad de Dios. 
Busquemos siempre la perfección, porque somos perfectibles, busquemos santificarnos, porque somos pecadores, y pidamos a Jesús que nos ayude a dar con el camino de la plenitud en todo, de la plenitud en el cumplimiento de sus mandamientos para ser santos como él.

Reflexión

Los avatares del tiempo

Casi no hemos tenido primavera, pasada por agua, nunca tan lluviosa e irregular, y ahora se nos predice que quizás no tengamos verano, que vendrá racheado de frío y salpicado de chubascos y arreos tormentosos.
¡Quién sabe! De momento, han retirado la supuesta teoría del efecto invernadero tan manoseada por sabios de nuestros días. Glaciaciones las hubo en la alta edad media y en los años clásicos. El clima no obedece a reglas inflexibles, es azaroso, y poco sabemos de las razones de sus caprichos. ¿Donde está la mano dudosa que agita el reloj de arena? ¿Dónde el ardor que evapora el agua de la clepsidra?

Rincón poético

     COMO TÚ DESEAS

Sé qué quieres de mí, tengo presente
siempre, mi Dios, tus requerimientos.
Me siento entre tus manos
atizando el amor que llevo dentro.
No hay delicia mayor que estar contigo,
o hay delicia mayor que conocerte.
No sabría decir cómo alguien puede
sospecharte y estar de ti tan lejos.
Vivirá como viven tantas cosas
desviviéndose, rotas, sin aliento,
porque dudo que alienten ilusiones,
dudo que vivan satisfechos.
Hazles, Señor, que busquen tus pisadas, 
hazles saber que aún están a tiempo,
por más que a veces dejen en las zarzas
jirones de su vida en el rastreo,
hasta que alcancen, como tú deseas,
tener presente tus requerimientos.

(De La flor del almendro)

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