Examina Jesús a sus discípulos sobre su propia identidad. La gente, que se admira de su palabra y hechos prodigiosos, ve en él la encarnación de alguno de sus profetas, porque, identificados con la antigua alianza, intentan incluirlo en ese recinto cerrado. Jesús actúa como un profeta, luego hay que reducirlo al
entorno de su fe mosaica. Hay aquí implícita, una negación de la alianza que inaugura Jesús, lo que le inducirá a declarar un día que no se puede echar vino nuevo en odres viejos.
Según los discípulos, Jesús es el mesías, el Hijo de Dios. Ésta es la novedad. Una certera confesión madura de fe en él y su palabra. Es éste, por tanto, el momento decisivo en que sus discípulos se comprometen a seguirlo decididamente, hechos suyos.
Jesús procede de inmediato a esclarecerles cuál es el camino que han de andar como seguidores y confesores de su fe: El que quiera seguirme, les dirá, lo primero que tiene que hacer es negarse a sí mismo, despojarse de sí mismo, anteponer los intereses divinos a los propios. No ser para sí, sino para él.
Reflexión
El bautismo
El primero que bautiza en la historia de la Iglesia es Jesús, que invita a ejercer el rito a sus discípulos. Su bautismo no es como el de Juan, quien aclara que Jesús bautizará con agua y fuego, el fuego del Espíritu de Dios. El hecho de sumergirse en agua o recibirla es la expresión ritual de algo que ese sacramento lleva implícito, como es recibir el Espíritu de Jesús, que al ser el suyo y nuestro, nos hermana y hace hijos de Dos.
EL VUELO DE UN PÁJARO
Veo volar un pájaro
con enconado impulso
y como si siguiera un aprendido surco,
en círculos engasta
la amplitud de su vuelo.
Pienso así en la diadema
que ennoblece una frente,
el anillo que lleva en uno de sus dedos
la inmensidad de Dios.
Se me antoja que es pájaro vulgar
sin distintivos que lo ensalcen, pero
su vuelo tiene la delicadeza
de los vaivenes armoniosos
del arco del violín.
Aunque volar no es todo.
Vuelan en pleno otoño,
sin destino, las hojas alocadas:
vuelan amenazantes hoscas nubes
azuzando el fragor de la tormenta;
el viento mismo vuela a ramalazos
de incontrolado empuje.
Los pájaros eligen
dónde y cómo volar. Son ellos mismos
pilotos de sus vuelos.
Volar, volar. Es la ilusión, un sueño.
La misma vida vuela.
(De La flor del almendro)
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