Jesús, por eso, en su predicación, insistía en la necesidad de volver a Dios, de suscitar en nuestra sensibilidad la necesaria contrición que nos abriese de nuevo los brazos impacientes del Padre. Ir resueltos hacia quien sabemos que nos va a perdonar, es ya una confesión de confianza en él, un reconocimiento de su bondad, una forma de amor.
Es lo que le ocurre a Magdalena. Ha pecado mucho; lo reconoce ostensiblemente, y lava con su llanto la gravedad de su extravío, con la misma audacia con que antes desafió a quien debía todos sus atributos de mujer.
El gesto aparentemente desmesurado del perfume derramado y los largos cabellos con que enjuga los pies de Jesús, es sólo el rito con que da forma y expresión a la grandeza de sus sentimientos. Fue extremada en sus devaneos, y ha de serlo ahora en su repliegue a Dios. Por eso también, se le perdona mucho, porque ha amado mucho”.
Jesús mide el corazón del hombre por su capacidad de amor. A mayor injuria, mayor tiene que ser el impulso que mueva el corazón. Se le perdonó mucho, porque supo amar con todo el ímpetu de su corazón, convirtiendo las heridas inferidas al corazón de Cristo, en heridas que le dolieron a ella misma como recibidas en su propia carne.
Reflexión
El perdón de Dios
Constituye una gracia impagable que Dios nos perdone dejando desangrarse a su Hijo en el más horrendo de los suplicios, pero tampoco es desdeñable el compromiso que ese gesto comporta en quienes pretenden seguirle. Quien sabiéndose perdonado se muestra remiso o se niega abiertamente a perdonar, está en deuda con Dios y con los demás. El perdón es el resultado último del amor de Dios al hombre , al que no se le oculta que hay un mandamiento que obliga a responder con amor a Dios y sus criaturas, de las que ni excluye al enemigo. Quien no perdona no ama, y quien no ama no merece ser amado.
Rincón poético
A DÍA DE HOY
Salgo a la calle, como siempre,
y me quedo pensando
que nada ya es igual. La gente viste
de manera informal, con acendrado
descuido; pasan coches
flamantes como escamas
de pez en un acuario;
cruzan los cielos
vertiginosamente
pájaros de aluminio dibujando
dos estelas de tiza...
Hasta las mismas cosas
inalterables, son distintas.
El dinero es igual en apariencia,
tan sucio como siempre, venerable
como siempre y tan falto
de amor. Ricos y pobres
son o no son. como él los discrimine.
Pero nunca brilló como ahora brilla
su rostro de metal. Hoy son más tierra,
más ceniza, las manos de los pobres.
Los ricos han lacrado
su mirada con oro.
No son felices; necesitan
tener más afanosos, ver colmada
la ilusión de ser más, y en el dinero
está la ceca de acuñar sus sueños.
(De La flor del almendro)
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