lunes, 3 de junio de 2013

Los arrendadores de la viña

La viña es el pueblo de Dios que mata a sus profetas. En los últimos tiempos, el dueño de la vida envía a su propio Hijo, que no goza de mejor suerte. Escribas y fariseos se dan por aludidos por las sugerencias con que Jesús les está interpelando, e incomodados por tales palabras, se escabullen y desaparecen.
Jesús es como la conciencia de su pueblo, que no duda en reprocharle la gravedad de su extravío. Acojamos nosotros de buen grado al que otros cierran la puerta con estrepitosa maldad. Hoy los enviados somos nosotros.


Reflexión

Homenaje a fray Ángel Martín, profesor que fue del Colegio franciscano San Antonio

El Club de Lectores de la Biblioteca Municipal de Carcaixent, que dirige Dolores García Hinarejos, organizaba el día 22 de mayo, un homenaje al profesor franciscano fray Ángel Martín. Lo presentó la propia directora mediante una semblanza del religioso, en tanto que Arcadio Escolano, alma del Club, hizo un estudio previo a la lectura de poemas de las características más notables del estilo poético del homenajeado, destacando su preferencia franciscana por las cosas humildes, muy próximas al amor de Francisco de Asís a los pobres y criaturas de Dios, como el ladrillo, el lápiz, las pinzas de tender la ropa, el charco, etc. La
lectura de poemas, pertenecientes a una antología preparada a este efecto por el autor, se fue alternando con intervenciones y preguntas de los asistentes, entre las que contó el concepto que el religioso tenía del papa Francisco, a lo que repuso que era un papa franciscano preparado por jesuitas, dispuesto a injertar el evangelio de los pobres en el corazón de la Iglesia, a imagen de san Francisco. 
Ha habido coincidencia en la opinión de que el acto transcurrió con la general aprobación de los asistentes, que llenaban la sala, por su carácter distendido y ameno.

Rincón poético

               NEVANDO

La ciudad ya no está. La oculta un pliego
de nieve mansa, de impoluta
blancura. No hay color. Todas las cosas
tienen el rostro escayolado,
y es tan solemne este sometimiento
a una misma apariencia, 
que hasta el silencio es blanco, extenso y frío.
El silencio no sabe palabras,
no puede hablar. Medita, todo blanco
como la nieve, las serenas
carencias de su austeridad. 
No sólo en la espesura de las cosas;
también nieva en el alma,
y hace frío en el alma
y sume en el olvido del silencio
su soledad llena de miedos
temblorosos el alma.

(De La flor del almendro)

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