Escribas y fariseos critican a Jesús por sus preferencias: leprosos, desvalidos, pecadores.
Jesús conoce la aversión que los dirigentes judíos sienten sobre todo por los pecadores, sin advertir que ellos lo son de redomada manera e incluso esa exclusión justiciera del hombre caído, es ya un exceso de arrogancia, ajenos a que en Adán habíamos caído todos.
Jesús viene a salvarnos a todos y a rescatarnos del pecado con su sangre. ¿No ha de sentir un gozo indescriptible cuando logra recuperar a quien estaba perdido?
La explicación no puede ser más diáfana, pero contra el fanatismo, echar mano del sentido común es un dispendio.
Amar a Dios y al prójimo
Amar a Dios y amar al prójimo son cosas diferentes, pero se implican de tal modo que lo un no se da sin lo otro. No ama a Dios quien no ama a los demás, y no hay quien de verdad ame a los demás, dándose incluso por ellos llegado el caso, si su amor no está presidido y bendecido por el amor a Dios. Aprendamos a amar a Dios y él nos enseñará y llevará a amar a quienes él ama.
Rincón poético
LA CHIMENEA
Así tienen el alma los malvado,
como la chimenea, anochecidos
sus cansados pulmones.
El humo es el aliento
que tiene en las tinieblas su retiro.
Lo alienta esa garganta ensombrecida
a borbotones cual quien se desangra.
No jadea, respira con las manos escocidas
tapándose los ojos.
En ocasiones se encanese el humo
como decrepita cabeza anciana
y el viento inclina
su cabellera y se la pone al cuello
como larguísima bufanda.
Huele a leña y romero
cuando, al amanecer, la luz del alba
despierta los tejados
y vibra en el cristal de las ventanas.
Y es grato respirar al levantarse
aroma tan agreste
y ver cómo alguien mece su incensario,
sólo que tiene ennegrecida el alma.
(De La flor del almendro)
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