lunes, 10 de junio de 2013

Las bienaventuranzas


Las bienaventuranzas son la ley de Jesús, sello de la nueva alianza y fundamento  del reino que ya está ahí. Un reino donde Dios bendice desde lo alto a los pobres como él, a los que viven acongojados, a los que alientan su vida en paz con Dios y con los hombres, a los que en pos de Cristo teñirán con sangre la madera mártir de la propia cruz. Las bienaventuranzas no son un catálogo escrito en unas tablas, sino una forma de vida a la sombra de lo divinos deseos, como justicia que hay que entrañar desde el amor y el desprendimiento. Vivir las bienaventuranzas es vivir la palabra de Cristo que no muere nunca y eterniza a cuantos se identifican con ella.


Reflexión

Los esenios

        Los esenios son una facción judía que se escinde del judaísmo oficial desde Jonatán Macabeo, en 152 a. C., se alza ilegalmente como sumo sacerdote. Adversarios de todo lo que tenga que ver con el templo, rezan hacia la salida del sol, en vez de hacerlo hacia Jerusalén. Les rige un sacerdote que se hace llamar el maestro de justicia, entendiendo por justicia el cumplimiento de la ley, y se consideran hijos de la luz, frente a los hijos de las tinieblas, sus adversarios. Solían vivir en comunidad, sujetos a una estrecha ascesis.


Se ha querido ver en su modo de pensar y vivir algún paralelismo con la enseñanza de Jesús, que ni vivía en comunidades, ni rezaba hacia el sol, ni sentía desprecio por el templo, donde predicó en más de una ocasión, como casa de su Padre. Jesús no es partidario tampoco de las abluciones y purificaciones sin cuento que popularizan los fariseos. Aceptemos, eso sí, que Jesús es un asceta, vive en pobreza más que practicar la comunidad de bienes, y sus seguidores son hijos de la luz, frente a los que niegan su realidad mesiánica.

Rincón poético

EL NARANJO

El naranjal, cuadriculado,
aprende geometría
en el austero trazo indefectible
de sus hileras infinitas.
El naranjo es compacto, tiene prieta 
su fronda, la lustrosa
fronda, como en el puño 
redondo de sus frutos
la fuerza incontenible de la savia.
Se da todo hecho carne.
Presagio al fin de tanta esplendidez
es la aromática nevada
de su copiosa floración unánime,
donde al aroma se añade el rumor
goloso y amarillo de la abeja.
No es siempre verde el naranjal.
En flor,   
finge un amanecer enharinado;
hundido al peso de su fruta,  
la alfombra de una tarde inabarcable
con la oferta de su oro ensangrentado.
Si fuera verde intensamente el mar,
un mar también el naranjal sería.

(De La flor del almendro)

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