sábado, 27 de julio de 2013

El trigo y la cizaña

   Uno puede preguntarse: ¿Cómo Jesús permite que entre sus discípulos hubiera uno reacio a favorecer a los pobres y cuya vida es el desencadenante de una incomprensible traición final? ¿No había demostrado ya su hipocresía criticando la amorosa sensibilidad de María, que vierte en los pies de su Señor el perfume más caro? La repuesta la tenemos en esta parábola. Crecen juntos el trigo y la cizaña. Los criados están prestos a arrancar la cizaña, sin prever los daños que se seguiría al trigo. Y Jesús, previsor, deja que crezcan juntos. Al final se separarán el grano y la mala hierba.
Judas era la cizaña entre sus discípulos y Jesús le tolera hasta el final desenmascarándolo y excluyéndolo en la mesa de la eucaristía.

Reflexión

María, Virgen, y el sábado

Religiosos y sacerdotes suelen, el sábado, dedicarlo a María en sus rezos. El domingo es el día del Señor, el sábado el de María. Parece ser que fue el monje Alucino, en el siglo IX, quien crea varios formularios para no repetir diariamente el del domingo. Y entre estos, el del sábado dedicado a María. Hay quien opina que además, tiene como finalidad inmediata preparar así la festividad del domingo.

Rincón poético

EL TEMBLOR DE LA VIDA

El temor a la muerte, 
ese temblor de las rodillas,
ese sentir entrecortado
el pulso del aliento,
ese tener los ojos 
envueltos en ceniza,
no dice bien con la esperanza.
Resucitada junto a Dios, la vida
tiene a sus pies la eternidad,
un abismo de luces infinitas
que no conoce lindes ni riberas.
Habrá un amanecer,
y coincidiendo con la amanecida,
tambaleándose, la muerte, 
los ojos ciegos, torpes sus rodillas
buscará, avergonzada, su guarida
en un nicho apartado de la noche.

(De A la sombra de un álamo)

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