domingo, 21 de julio de 2013

Marta y María


En la lectura de hoy cobran relieve dos hemanas de Betania, en cuya casa suele descansar Jesús de sus correrías apostólicas.
La escena no puede ser más humana. Marta se multiplica en mil quehaceres  para atender a Jesús, y María descansa ensimismada a los pies del maestro, escuchando sus enseñanzas. Cuando Marta requiere la ayuda de su hermana, Jesús la reconviene amablemente: - Marta, Marta, andas atareada con tantas cosas que hacer; sólo una cosa es necesaria, y esa es precisamente la que ha escogido tu hermana.
No haríamos justicia a Jesús si entendiéramos que descalifica a Marta en un país donde la hospitalidad es un deber primordial y signo distintivo de cultura y raza. La intención de Jesús no es plantear una disyuntiva excluyente entre la acción, significada por Marta, y la contemplación, que define a María. 
Se trata de ver ambas opciones de modo que la una no excluya a la otra, y valorarlas desde una misma perspectiva: la acogida que hay que dar al Reino de Dios, mediante el servicio y la escucha de la palabra de Cristo.
Son, pues, dos dimensiones de un mismo quehacer y vida cristiana. Se puede rezar con los ojos cerrados y las manos juntas, o con los ojos abiertos  y las manos ocupadas en algo. Ambas tienen un mismo origen; la palabra de Dios; y una misma finalidad, el servicio a su reino. En ese sentido, la oración nos lleva a la vida y la vida a la oración.

Reflexión

La verdad os hará libres

Llegar a ser libre en un mundo donde esclavos y siervos son mayoría, es un sueño difícilmente alcanzable. Jesús parece encadenar la libertad al conocimiento de la verdad. Quien conoce la verdad ha dado con la clave de la libertad. Y hay un modo de alcanzar lo uno y lo otro: seguir a Jesús, entrar a formar parte de sus discípulos, ya que ser discípulo suyo es cumplir la nueva ley del amor. El amor salva y el amor descorre los velos de la verdad que ocultan la realidad divina de Dios. Y es que Dios es amor.

Rincón poético

NO ESTOY SOLO

Sé que me habitas, que te tengo
conmigo; me persuade
la fe que no estoy solo,
como en las noches más ariscas
de nubes negras y enconados vientos
nunca están solas las estrellas.
Lo sé. Cuando me duele el alma,
no sé a veces por qué,
cuando me inunda el gozo
de estar vivo y notar que tú me alumbras
la fuente de mi ser, en lo profundo
de la vida, yo sé que no estoy solo,
Lo sé. Nadie podría
echar tierra a mis ojos
como a un difunto, si pretenden
que no te pueda ver.
Te vería yo igual, porque me habitas,
porque me enhebras con tu mismo amor
porque nos parecemos, los dos hijos
de un mismo Padre, porque me persuade
la fe de que contigo no estoy solo.

(De A la sombra de un álamo)

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