viernes, 26 de julio de 2013

Parábola del sembrador

La Iglesia nos  interpreta el significado espiritual de las parábolas. Ante la palabra de Dios, Jesús compara a los hombres con cuatro clases de terreno.
1º Los que oyen la palabra del reino y no la comprenden. 
2º Los que escuchan la palabra con alegría, pero son inconsistentes, no tienen raíces,  y ante la adversidad o la persecución, vuelven la espalda a Dios. 
3º. Hay también quienes escuchan la palabra, pero la seducción de las riquezas  les ahoga la palabra, porque no se puede servir a dos señores a la vez (Mt 6,24).
4º. En cuarto lugar están los que escuchan el mensaje y lo entienden. Estos dan opimo fruto, con distintos porcentajes, según su entrega al reino.

El evangelio es palabra viva, porque la encarna Jesús que está vivo. Y nos invita a un encuentro con él, que nos está hablando siempre. Ante el evangelio, hay que preguntarse entonces: ¿Qué es lo que yo descubro de ti, Señor, en estas palabras tuyas?
El simple hecho de preguntarle es iniciar ya un encuentro con él y entrar en oración.

Reflexión

La sencillez

La sencillez constituye uno de los temas que inspiran a Jesús su amor a la verdad, porque el sencillo no oculta oscuros recovecos en su alma como el actor. Frente a la arrogancia de los sabios, elogia la sencillez merecedora de sus misterios; a los apóstoles les recomienda que sean sencillos como palomas; propone como modélica la sencillez de Natanael,” que no conoce doblez”; y siempre hay que ser como niños.
La sencillez como la verdad son transparentes.


Rincón poético

PERO ES DE NOCHE

No te veo, Señor, pero el camino
y la nostalgia de haber sido tuyo
me llevan hasta ti. No voy a oscuras
aunque se apague el día;
me iluminan tus ojos de tal suerte,
que no miro otras cosas, ni otros ruidos
que no sean el eco repetido
de tu voz. Me seduces
La luz de tu bondad. No voy a ciegas 
ni equivoco mis pasos ni me orillan
los torvos recovecos del camino.
También de noche, si se sabe
el misterio que oculta cada senda,
se puede caminar
sin dudas ni tropiezos.
Pero no voy a ciegas, ni de noche
ni de día, me lleva de la mano
la sabia luz que tú despides
a ramalazos de esplendor.
No te veo ni importa. Sé que un día, 
nunca es tarde, he de estar, Señor, contigo.

(De A la sombra del álamo)

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