viernes, 5 de julio de 2013

Sígueme

El alma de toda vocación es la decisión. Decisión por parte de quien llama y decisión por parte del que sigue al instante al que llama. Jesús dice a Mateo que lo siga, casi imperiosamente, es decir, decididamente, y el lo deja todo sin dudar, es decir, con decisión, y se compromete a seguirle, celebrándolo como un hecho memorable de su vida.
Este episodio se suma  a los precedentes sobre el seguimiento. Jesús ha explicado ya las condiciones del seguimiento. Ha rechazado a los le que ponen condiciones, excusas y demoras. Aquí le vemos ahora llamando, suscitando vocaciones.
Mateo es uno de los apóstoles de Jesús, a quien elige a sabiendas de lo que supone vivir en compañía de un publicano, un recaudador de impuestos considerado pecador por la gente, ya que se valían de su oficio para enriquecerse.
También a nosotros nos dice una y otra vez que le sigamos, que nos convirtamos cada día a una vida más ajustada a los valores del evangelio, mediante el Espíritu de Dios que nos impulsa con su gracia a dar una respuesta adecuada a sus urgencias. Tratemos de hacer un poco más efectiva, cada día la gracia del llamamiento que nos hizo Dios.

Reflexión

Espacio temporal entre bautismo y confirmación

El bautismo y la confirmación se administraban en la primitiva Iglesia sin dilación sensible entre lo uno y lo otro. El diácono Felipe bautizaba en Samaría y Pedro acudía de inmediato desde Judea para confirma en la fe a los nuevos cristianos. Cuando también los niños empiezan a acceder al bautismo, la confirmación se dilata hasta tanto el niño esté en condiciones de conocer la fe y pueda comprometerse con el cumplimiento de los valores evangélicos.

Rincón poético

CASA DE PUEBLO

¿Quién pensó la enigmática
deformación de aquella casa?
Competía con ella
el criterio deforme
de la calle y la plaza.
No hay norma capital que no se infrinja,
Este pueblo en desorden
es así sin remedio.
Fue la gente quien hizo
un pueblo así, adosadas como dados

en descomposición
unas casas a otras.¡ Qué más daba
en un pueblo de calles tortuosas,
un techo romboidal sobre el enigma
de unas viviendas tan descabelladas!
Por calles tan estrechas, casa casi
el burro no cabía ni los carros
pasar. Era la gente ajetreada
y el ganado oloroso a romero y tomillo, 
quienes condicionaban tal hechura,
ajustando a parcelas familiares 
el equilibrio atrabiliario.
Tuvo el pueblo su encanto y placidez.
Hay una fuente. En el silencio de la noche, 
se oyen mejor sus rezos. Las muchachas
llevan agua en sus cántaros 
mortificando las caderas.
El reloj es la sombra de la iglesia
gateando en la arcilla de la plaza.
Un olmo justiciero
pone paz en las gentes si ha lugar.
Pero se marcha a la los suburbios
de la ciudad la incertidumbre
de un futuro precario.
Los ancianos mastican su tristeza.
Acabará secándose la fuente
y muriéndose el árbol,
Los pueblos también mueren.

(De La flor del almendro)

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