domingo, 7 de julio de 2013

La alegría por los frutos del apostolado

Jesús prepara a sus discípulos para el anuncio del reino con oportunos consejos, porque la mies es mucha; tales como la urgencias de dar a conocer su verdad,  el método al que hay que ajustarse, el contenido de la predicación y las dificultades que habrá que vencer.
El contenido es el anuncio del Reino y la paz de Dios que es su fruto inmediato. La paz serena los espíritus y nos pone a buenas con Dios.
La increencia actual del hombre moderno, tentado por la comodidad de no contraer compromisos que perturben una vida despreocupada, nos coloca en la urgencia de anunciar la palabra del amor de Cristo en nuestro entorno. Debemos revisar la imagen que ofrecemos de Dios al mundo actual y el lenguaje con que hemos de exponer el contenido evangélico de un Dios que se nos da por amor. 
      No ha habido nunca tiempos fáciles para la fe y no tiene demasiado sentido entonces el desencanto de los pusilánimes. Hay que llegar un ápice de esperanza al corazón desilusionado del hombre de hoy, para quien la vida no tiene sentido. No lo dejemos para mañana. No hay más tiempo que el que Dios ha puesto en nuestras manos, siempre poco.

Reflexión

La personalidad cristológica y eclesial de María

María es la puerta que abre Dios en la linde del Antiguo Testamento, para dar entrada en el Nuevo al Hijo divino, que es suyo según la carne. Como virgen madre de Jesús, le educa en sus años iniciales, juntamente con José. Le acompaña en los momentos claves de su itinerario salvador, convirtiéndose en la imagen del dolor corredentor con Cristo y está presente en el nacimiento de la Iglesia. La Iglesia la reconoce como madre, en la medida que Cristo es nuestro hermano, y recurre a ella por su especial proximidad con Jesús resucitado.

Rincón poético

                ÚLTIMA HORA

¿Por qué esta sangre turbia,
por qué esta luz, este latido, esta penumbra,
este estertor en las postrimerías de la tarde,
este puñal en decadencia roja,
por qué esta laxitud al recostarse
en las almohadas de la noche,
por qué este intento de suicido al rojo,
por qué?
¿Por qué morir así y oscurecerse 
y echar puñados de ceniza en nuestros ojos,
decir que no, que es hora de acostarse,
de rezar, de dormir,
de arrodillarse,
de no estar, de no ser,
decir de nuevo
que no, que no, que no?
¿Por qué, por qué, por que?
El tiempo es una sobra,
un hilo apenas
de luz y hay una hora moribunda
y rosas en su tumba y crisantemos
y amapolas sangrantes
como en la cruz, donde el silencio duerme. 

(De La flor del almendro)

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