viernes, 12 de julio de 2013

La persecución

Jesús quiere que quienes le sigan sean conscientes del riesgo que supone seguirle. Seguir a Cristo es pisar sus huellas sangrientas. El fanatismo de cuantos le niegan, harán mella en el corazón de su Iglesia. Lo importante será perseverar en la tarea de dar a conocer el misterio de Cristo. Llamamos perseverancia a la disposición continuada de mantenerse en la senda de la verdad, la fe en quien nos ha revelado la cifra del amor de Dios, dispuestos a hacer por él, lo que él hizo por nosotros.
En el evangelio aparece un dístico, un canto de la primitiva Iglesia en dos partes contrapuestas, donde Jesús dice que a quien le confiese ante los hombres, él le confesará ante el Padre, y al revés, a quien le niegue ante los hombres, él le negará ante el Padre.

 Reflexión

El fundamentalismo en la comprensión de la Biblia

Usamos ese término no siempre con propiedad para censurar toda clase de radicalismos, pero la diferencia es notable. El fundamentalismo no se da en el viejo continente tanto como en América, donde existe una corriente de origen protestante que proclama el sentido literal del evangelio como el verdadero, sin detenerse en contextualizar los textos para averiguar el sentido que les dio Jesús y el que tenían al ser escritos, que ya es una interpretación del evangelista, ordenando hechos y dichos según un determinado criterio, como dice el mismo san Lucas.

 Rincón poético

      LA RUTINA

Subía hasta el estrado, señorial,
con rectitud, bien alta la cabeza, 
sabía que subía, que alcanzaba
un escalón de dignidad 
acreditando su sapiencia. 
La subía hasta abrir con parsimonia,
pomposamente, con suntuosidad,
unos folios escritos
con mano temblorosa,
con indecisa mano,
dudosamente, 
como el vuelo incipiente
del blanco vuelo de unos versos claros.
Se sentaba midiendo la distancia 
de la mesa a su ser, como quien pone 
orden y jerarquía en el entorno.
Se sentaba, las manos
en las rodillas, con el fasto
de un faraón, enhiesto, adecentados
el rostro y la mirada escrutadora.
Y leía, leía con voz grave,
con voz ronca, cascada por los años,
con voz estrangulada por la vida,
como la caña que ha pisado el tiempo.
Leía con desgana y comentaba
un soneto de Lope que concluye:
“para lo mismo prometer mañana”.

(De La flor del almendro)

No hay comentarios:

Publicar un comentario