miércoles, 31 de julio de 2013

Vende y compra

Estas dos parábolas tan sencillas y breves del tesoro escondido o el hallazgo de una perla, apenas si necesitan explicación para su comprensión. Se comentan por sí solas.  Vienen a ser como la realización narrativa de las normas del seguimiento establecida por Jesús, y que consiste en dejarlo todo por el tesoro que es siempre poseer a Dios.
La parábola pone de relieve el superior valor que alcanza lo que se consigue, respecto a lo que se deja, de modo que ese desprendimiento viene a ser el precio que se paga por la obtención de un bien de incalculable valía, el Reino. Jesús enseña aquí que la superior riqueza del reino es un tesoro que sobrepuja el precio de todo lo que el hombre pueda aportar a cambio.  Los apóstoles valoraban el hecho de haberlo dejado todo por seguir a Cristo. Más que la mera indicación de lo que hay que hacer para seguir a Jesús, se encomia así lo mucho que ganamos en el cambio de nuestras cosas, tantas veces mezquinas,  por las cosas de Dios, que por cierto nos salen siempre baratas.

Reflexión

Entre líneas

Poco es lo que sabeos de Juan Bautista, aunque lo que sabemos lo declara por encima de cualquier otro profeta. Sin embargo, podemos leer entre líneas algún que otro dato que añadir a los que nos lo muestran en su relación como vocero del mesianismo de Cristo. Juan tiene además su vida aparte con sus discípulos y podemos entrever algo de todo ello, cuando,  en la cárcel, la fidelidad que mantienen con él sus discípulos, a quienes envía a consultar con Jesús sobre la veracidad o no de su mesianismo; es fácil colegir entonces sus dudas sobre su propio cometido precursor, al verse impedido para proseguir tan alta tarea; sabemos incidentalmente que enseñaba a orar a sus discípulos, o que sus discípulos observaban el ayuno a semejanza de los fariseos, y que el número de seguidores, ya muerto, era tal, que los dirigentes religiosos no se atrevían a oponerse a su liderazgo espiritual.  Los evangelios o son un intento de hacer historia al uso, pero contextualizan datos que esclarecen el momento en que vivió Jesús. 

Rincón poético

NO TENGÁIS MIEDO

No tengáis miedo, Jesucristo dice. 
No tengáis miedo. El miedo
tiene las manos temblorosas
y el suelo se estremece, sacudido
bajo tus pies. Desencajado,
corre el pavor, como lebrel
al que ladran los perros en jauría.
Quiere y no puede huir
el terror y no sabe la manera, 
porque el miedo te habita
e irá contigo adónde vayas.
Contémplate a ti mismo.
La torpeza se instala en tus rodillas,
mientras tú mismo te atenazas.
No tengas miedo; eres tú mismo
quien urde tan intensa confusión.
Ponte en pie inconmovible.
En medio del camino.
Deja de ser en tu propia ventana 
el vaso de agua que el temor agita.

(De A la sombra del álamo)

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