jueves, 1 de agosto de 2013

La parábola de los peces buenos y malos


La parábola de la red barredera y los peces repite la enseñanza evangélica de la del trigo y la cizaña; es una versión diferente de un mismo contenido. Allí se separaba el trigo de la cizaña al momento de la recolección en el fin del mundo, aquí son los peces buenos de los malos, de los no comestibles.  Conviene dejar claro que esta discriminación de buenos y malos es asunto que corresponde exclusivamente a Dios; a nosotros lo que nos toca es tomar buena cuenta del aviso, porque la advertencia no puede ser más seria: nos va en ello la vida eterna, nada más y nada menos.
Sobre el lenguaje usado por Jesús sobre decisiones condenatorias, los comentaristas dejan bien claro que él no ha venido a condenar a nadie, sino a salvarnos, y que por lo tanto, él no fija su atención en la condenación de los hombres, sino en la cosecha del buen trigo, en la pesca de los peces útiles
La exclusión de lo que no vale, es la consecuencia inevitable. Lo que ocurre es que Jesús se expresa con locuciones que estaban en la mente y el uso corriente de todos, y a él le sirven para sacudir las conciencias, para mover el ánimo.
Sin embargo, su bondad no es dejadez. Ese tiempo es el tiempo de la paciencia de Dios, que llega siempre en punto.


Reflexión

Nos atrevemos a decir...


La Iglesia enmarca el rezo del Padre nuestro en pequeñas introducciones que tienden a subrayar tan alto momento como dirigirse a Dios como Padre de todo cristiano. Es la razón por la que, desde el siglo III, la Iglesia determina que sólo los que ya han sido bautizados pueden rezarlo, dado que todavía no son cristianos. Concluida la palabra y rezado el credo, los catecúmenos abandonaban la iglesia. Desde el siglo IV, los cristianos, hijos de Dios por el bautismo, lo rezan durante la eucaristía.

Santa Elena, madre de Constantino el Grande, edifico en Jerusalén una iglesia, dedicada al Padrenuestro, en cuyo claustro, en azulejos, aparece el texto sagrado en un gran número de lenguas.


Rincón poético


UNA GOTA DE AGUA

Una gota de agua.
¡Cómo brilla al sol!
La dejó la lluvia
y un despertador
entreabrió sus claros
ojos. ¡Mi Señor,
cosas tan pequeñas
y que bellas son!
Fue una estremecida
lluvia, fue un temblor
de ínfimas estrellas,
porque estrellas no son,
o me lo parecen,
por pequeñas no;
por la transparencia
de su corazón. 
Una gota de agua.
¡Qué encanto, Señor

(De A la sombra de nn álamo)

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