Este joven que se acerca a Jesús porque quiere salvarse, sabe bien cuál es el fin del hombre: hacer el bien. Sabe que la bondad aquí en la tierra prepara la bondad de una vida mejor junto a Dios. Pero además quiere reforzar ese camino bondadoso. Jesús enuncia los mandamientos del Decálogo, porque la bondad del hombre se logra cumpliendo la voluntad de Dios, pero los recita de manera sorprendente, citando sólo los que conciernen al hombre, pero añade uno más implícito en todos ellos, el mandamiento del amor al prójimo.

Notemos cómo esos mandamientos son la ley más obvia de la conciencia universal. Quiere decirse que, para Jesús, el secreto del camino de la vida eterna está escrito en las leyes de la conciencia humana.
El joven descubre que su corazón está donde está su tesoro. Y, decepcionado, se marcha cabizbajo y entristecido. Ha descubierto que no quiere ser perfecto. Seguir a Jesús supone dejar de ser uno el centro de sí mismo. Él quiere llenarlo todo, ocuparnos del todo. Sólo entonces nuestro bien es Cristo.
Reflexión
Jesús y la ley

En ocasiones, evitar el escándalo es el recurso más al a mano de anteponer la paz a los derechos. Jesús no era partidario de entrar en litigios con nadie. Bienaventurados los pacíficos.
Rincón poético
A LA SOMBRA DE LA CRUZ
Soneto
La sombra muerta de tu cruz caía
sobre las sucias heces del pecado

junto a la sombra blanca de María
Desde lejos, san Pedro te seguía
sin entender todo el significado
de una cruz que arrastraba extenuado
quien sólo parabienes merecía.
Un gallo al borde mismo de la noche
ya había convertido en un reproche
la estricta impertinencia de su canto.
Nunca antes Simón Pedro lloró tanto
poniendo de este modo feliz broche
a su vacilación y su quebranto.
(D e A la sombra de un álamo)
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