martes, 27 de agosto de 2013

La justa proporción

Jesús gusta del equilibrio y la proporción. Las cosas bien hechas guardan proporción entre sí. Todo lo que es desproporcionado es informe. Es desproporcionado dar mayor importancia a lo que no la tiene, como cumplir con el tributo de cosas ínfimas, al tiempo que se olvidan cosas tan importante para el hombre como el justo ejercicio del derecho, el ejercicio de la misericordia y la compasión de que necesita el hermano que sufre, y una virtud injustamente relegada al olvido y que Jesús destaca repetidamente, la sinceridad.
Sin justicia no hay paz.
Sin compasión no hay amor.
Sin sinceridad, no hay verdad.
Y si no se es sincero, no se ama la verdad, y quien no ama la verdad no ama a Dios.
Dios y la mentira pertenecen a dimensiones discordantes y opuestas que no casan entre sí. Por eso roza de lleno Jesús con quienes tienen la obligación de mostrar la verdad de Dios a los hombres y desdicen con su testimonio la gravedad de sus enseñanzas.
La verdad suprema es Jesús, Palabra del Padre con que Dios se nos comunica y nos enseña. Quien no ama la verdad, reniega por lo tanto de Jesús. Que él nos dé su luz para ver la verdad donde exista y sinceridad para aceptarla siempre resueltamente.

Reflexión

Los milagros de Jesús

Más que milagros habría de decir signos. La ciencia, reacia a todo lo que no admita verificación experimental, no cree en milagros, y cuando aparecen, se vuelve de espaldas. Hay ciertamente enfermedades entendidas a su manera por las culturas antiguas, que la ciencia actual, desde un conocimiento más relevante identifica con más propiedad, como ciertos supuestos de posesión, entendidos como síntomas de histeria. Otras, carecen de interpretación científica. Los evangelios, como el de Marcos, no son listados de prodigios para suscitar la fe, aunque también a veces, como cuando Jesús alaba el poder y ejemplaridad de la misma. Los evangelios tienden a suscitar la conversón que abre las puertas del reino a quienes admiten el misterio salvador consumado en la cruz.

Rincón poético

EL LIMONERO

Limón limonero.
En tu sombra azul,
cansado, me duermo.

El limonero no cesa
de dar cosecha abundante.
El metal de los limones
no es oro ni plata, es carne.
Qué cercano y dadivoso,
qué entrañable.
Tiene algo este vegetal
que nos recuerda a una madre.
La luz del sol se concentra
en el limón, chico o grade.
Cosechas tan amarillas
nadie en un árbol las sabe.
Es como si cien canarios
dieran color a su sangre.
Flores tuvo el limonero
de cera, con un diamante,
cuyo aroma 
penetrante
atraía las abejas.
Si del color de la tarde
son los limones, comprendo
que la noche se adelante
donde su morada ocupa
estiradamente, el valle.

Limón limonero.
En tu sombra azul,
cansado, me duermo.

(De A la sombra de un álamo)

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