martes, 13 de agosto de 2013

La vida comunitaria; los mayores

Según el orden estructural del evangelio de Mateo, hoy entramos en el discurso cuarto, que versa sobre la “vida comunitaria”.
Y comienza por establecer la jerarquía de los valores personales según las escalas de Dios: Si hay una escala social entre las personalidades de este mundo, ¿no la habrá igualmente en los cielos? Y si es así,  ¿quién es allí mayor o menor? Allí están Abrahán, Elías, Moisés. Pero ¿cuál es la prioridad entre ellos? Los apóstoles no piensan como Jesús, para quien lo importante no son los honores, grandezas y las jerarquías, sino los modos de crecer aquí, en razón de la autenticidad que nace de la simplicidad del corazón.
-  Quien llegue a hacerse como un niño, ese será el mayor en el Reino de los cielos. Para Jesús, que se ha empequeñecido para salvar al hombre, son los pequeños y no los grandes, los que llenan de interés el corazón de Dios. 

Reflexión

Los cielos de Mateo

Mateo, que no Lucas, suele emplear la locución los cielos, en plural. Así, en la invocación inicial del Padre nuestro, dice Padre nuestro que están en los cielos. Uno se pregunta por qué esta singularidad, y hay quien responde que el evangelista se deja condicionar por sus destinatarios, en buena parte judíos que integran su comunidad, quienes, llevados de una costumbre inveterada, no gustan de pronunciar el nombre de Dios. De alguna manera, es lo que ocurre en el aleluya: alabad a Yahvé; donde se elimina la segunda sílaba del nombre de Dios con la idéntica intención.

Rincón poético

TE DOY GRACIAS

Te doy gracias, Señor, por tu elegancia
de dar gracias a Dios
por la gente sencilla, que no sabe 
de entorchados, prebendas ni franquicias,
en el ámbito grave de los sabios.
La sencillez
es la verdad más descarnada
vivida por los hombres que son sabios 
sin saberlo, cristal
que la luz atraviesa, transparente
como esa misma luz, porque eres tú
quien alumbra la fuente donde beben
en la mano las tímidas gacelas,
el recelo parduzco del gorrión,
la misma sencillez.
Gracias, Señor, por darle gracias
a Dios por los que ignoran la arrogancia,
por los que pisan como polvo indiferentes
la altanería y vana presunción.
Gracias sencillamente. 
Su verdad es la tuya.
Van vestidos de ti.

(De A la sombra de un álamo)

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