Jesús no es sólo el hijo de David según la carne. Es el enviado divino que encarna al mesías. La enseñanza de Jesús, por lo tanto, cuaja por vez primera en esa aceptación comprometida de sus discípulos, mediante una certera confesión fe en su palabra. Es éste, por tanto, el momento decisivo en que sus discípulos se comprometen a seguirlo decididamente, hechos seguidores suyos.
Que Jesús nos dé la gracia de ser para él identificados con su palabra salvadora.
Reflexión
Perdónanos
Perdónanos. ¡Qué difícil es perdonar en ocasiones! Hay quien se da por vencido y se niega a perdonar. Difícilmente se atreverá a pedir que se le perdone si es incapaz de perdonar a quien le ha ofendido, en cumplimiento de tu mandato de amar a los demás, sabedores de que quien no perdona, es que no sabe amar. Tanto es así, que de otro modo, no es comprensible que uno se acerque al altar de Dios, sin reconciliarse antes con el hermano con quien median ofensas pendientes.
Seremos siempre aprendices de tu amor, Dios mío. Enseña a amar a quien quiere y no puede.
Rincón poético
¡PERDÓN!
A veces, me entristece
la noche oscura de mi vieja vida,
como si el barro de que tú me hiciste
se cuarteara, frágil loza
que desconcha el dolor,
ese dolor sutil,
ese dolor que mata ocultamente,
con tanta lentitud, con tanto empeño,
como el hondo gusano
que pudre una manzana,
como un peca royéndote la vida.
Tengo, Señor, no obstante,
motivos suficientes de alegría,
como saber que tú me quieres.
¿Qué otra cosa, Señor, puedo pensar
que la vida me diera?
Dale, mi Dios, sentido a mi tristeza,
como dolerme a mí que a ti te maten
y que sean mis manos,
¡perdón mil veces!, las que en una cruz
te clavan y asesinan.
(De A la sombra de un álamo)
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