Así como el grano de trigo, para germinar, ha de descomponerse previamente en tierra, quien carece de la generosa disposición de darse y ser para los demás a la manera de Cristo, y prefiere preservar intacta su vida, destinando cualidades y haberes al disfrute exclusivo de sí mismo, se condena a la esterilidad de ese tesoro, más o menos valioso, que Dios pone en sus manos. De ahí la santidad heroica del mártir, que como decía san Ignacio de Antioquía, discípulo de san Pablo y san Juan, camino del suplicio, anhelaba convertirse en trigo testimonial que triturarán las fauces del león en la arena del circo. El Apocalipsis les dará la bienvenida junto al Cordero. ¿Quiénes son estos que vienen con blancas vestiduras?
Reflexión
Odiar y aborrecer
Jesús dice en su evangelio que quien se ama a sí mismo e pierde y el que se aborrece a sí mismo se salva. Eso de aborrecese, contrapuesto a amarse, tomado al pe de la letra sería un desatino. Jesús no aconseja que nos odiemos a nosotros mismos. Sucede entonces que la gramática hebrea es antigua y gramaticalmente pobre. No existe en ella la comparación propiamente dicha y carece de oraciones de preferencia que entrañan una comparación. Entre cosas en oposición, nosotros decimos que preferimos una cosa a otra. El hebreo dice que odiamos una cosa y amamos su contraria. Quien se prefiere a sí mismo en vez de a Jesús, se pierde, frente al que prefiere Jesús, que se salva.
Rincón poético
NIÑOS POBRES Desde mi ventana lo he visto, Señor. Dos niños pedían limosna. Los dos vestían andrajos. Nadie reparó en sus ojos tristes; los pobres lo son. Miran como miran los muertos, mi Dios. Algunos incluso son pobres de amor. ¿Sabrán que a los pobres los prefiere Dios? Llévalos tu mismo de la mano. Que hoy sepan que hay solícito un Padre, Señor, que duerme con ellos bajo del cartón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario