En el bautismo adoptó el nombre de Teresa de la Cruz, y bien hizo en apoyar en la cruz la vivencia del evangelio, porque pronto iba a gustar los sufrimientos de haber nacido de la sangre en que se encarnó Jesús. La persecución nazi hizo de ella una heroína de nuestro tiempo. Por eso la liturgia nos recuerda las palabras del evangelio que nos instan a no tener miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Y es que no hay motivos para vivir en el miedo, pues la maldad puede suprimir la vida física, pero no la persona que somos, espejo de Dios. Jesús había dicho que nadie ama tanto como el que da su vida por los amigos; Cristo era el amigo por quien dio su vida este gigante femenino de la fe.
Reflexión
Padre, no nos dejes caer en la tentación
Está la tentación de la idolatría, que sobreviene cuando sustituimos a Dios por otras cosas que satisfacen nuestras apetencias; está el intento absurdo de querer cohonestar la fe en Dios con la afición a nuestros valores; está la ridiculez de preferir el tener al ser, lo que como cristianos desdice de la enseñanza de Jesús. El mal ha desarrollado portentosamente todas la facetas posibles de las malas inclinaciones a que nos aboca el pecado. Es rico en perversidad.
PADRE NUESTRO
Mi Señor, tengo para mi que es raro
atreverme a decirte: Padre nuestro;
a pronunciar tu nombre
de familiar manera,
por más que fue Jesús, que así lo quiso
y porque Padre te aclamamos
cuantos hemos lavado
en las límpidas aguas del Jordán
las antiguas heridas del pecado.
Santificado sea, Padre nuestro,
tu nombre y glorifiquen
tu bondad; que tu reino
venga pronto, que todos hagan suyos
tus deseos. No falten
unas migas de pan en nuestra mesa.
Perdónanos; nosotros
perdonamos también a quien nos hiere.
Líbranos de no estar siempre a tu lado,
de seguir perversiones caprichosas.
De un Padre como tú, todo se espera.
(De A la sombra de un álamo)
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