miércoles, 10 de julio de 2013

Los Doce

Mateo no describe aquí el momento del envío de sus apóstoles a predicar, ya que en su lugar sitúa las Bienaventuranzas, pero sí les capacita para defender el mensaje de Cristo de las maquinaciones del mal, lo que implica un envío misionero y a los Doce se les da el nombre de Apóstoles, que quiere decir enviados, luego estamos en presencia de un envío misionero. 
Son Doce, porque constituyen la plenitud de la nueva Israel que será su Iglesia. Entre los Doce destaca Simón, piedra fundamental, y la nominación del publicano Mateo significa la inclusión de los pecadores entre los llamados a su Reino.
En esa Iglesia misionera quedamos incluidos todos, porque a todos nos incumbe dar a conocer a Cristo a quienes no lo conocen. Tengámoslo presente siempre que se nos presente la ocasión

Reflexión

Los descubrimientos de Qumram

Qumram fue, en las proximidades del mar Muerto una comunidad esenia que, ante el peligro de ser invadida, escondió en cuevas los libros sagrados de la Escritura. Descubierto casualmente este tesoro en 1947, ha servido para constatar la fidelidad de transmisión de los libros sagrados, ya que su antigüedad se remontan de entre 200 años a. C. a 68 d. C. , cuyo texto escrito no varía del de los más antiguos de que se disponía, del siglo VIII d.C. Salvo el libro de Ester, la biblioteca de Qumram contiene todos los del canon hebreo, lo que indicaría que no lo considerarían libro no inspirado, por su estructura más o menos novelesca.
Cabría nombrar  otros libros referidos a la vida comunitaria de los esenios, de menor importancia.

Rincón poético

DENTRO DE SÍ

Ya no estaba, no oía, 
ni decía palabras, no escuchaba,
no percibía la presencia
de nadie. Ya no estaban
sus ojos ni sus manos, la mirada
vuelta hacia sí, y a oscuras, presentía
en lo hondo de sí como una luz,
un hilo apenas, un atisbo
de amanecer, lejano, jubiloso,
como un adviento 
de Dios resucitando
hacia él.
Ya no estaba
con nosotros, los vivos todavía, 
los que pulsábamos si estaba
de algún modo, si acaso, entre la niebla,
si no se daba cuenta del temblor
con que los que indagábamos el rastro
de algún intento
por despertar, 
de un ademán apenas perceptible
por regresar a nuestro lado.
Estaba atento a aquella luz,
a aquel adarme
de esplendor tan lejano,
de aquel vislumbre anochecido
de estrella moribunda, a aquel barrunto
de casi Dios.
Y entonces,
abrió los ojos y nos miró a todos
perplejo, contrariado, 
como el que está naciendo todavía.
No sabía qué hacer.
Prefería sin duda
proseguir por recónditos
laberintos de gozo inalcanzable
de aquel amanecer que era Dios mismo,
o una brecha hacia él,
su puerta derribada,
o casi casi Dios.

(De La flor el almendro)

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