La perversión existe. La perversión es un grado de malicia que nace de las oscuras raíces de la depravación. Llamamos perverso al hombre malvado que se complace en el daño inferido a otro. La depravación existe, y uno se hace cruces ante espectáculos sangrantes que sólo semejante maldad es capaz perpetrar.
Jesús sanciona al perverso, porque el que obra perversamente odia la luz, que es tanto como estar falto de fe en su verdad y dice de él que no es necesario juzgarlo: está juzgado ya. Su misma malicia les juzga.Somos jueces de nosotros mismos.
Frente a él, el que realiza la verdad, se acerca a la luz. Luz y verdad se identifican, como maldad y oscuridad se besan.
Realiza la verdad el que se ajusta a la impecable enseñanza de Jesús y purifica su conducta a la luz reflejada de la conciencia, ese juez incorruptible de mente iluminada cuya llama enciende Dios en la frente del hombre bondadoso.
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